Monday, January 10, 2005

La carretera San Cristóbal-Baní: ¿va o no va?

Editorial Listín Diario - Enero 10 2005

Mientras la obra está paralizada, son miles los ciudadanos, conductores y pasajeros, que sufren a diario el tormento de andar en una carretera peligrosa, que ya ha cobrado y sigue cobrando numerosas vidas

La ampliación de la carretera San Cristóbal-Baní no resiste ya más demoras. El simulacro de iniciación ha resultado peor, pues ahora la carretera se ha estrechado más de lo que es, en espera de que algún día avancen los trabajos.

Los que van o vienen del Sur se exponen, en este tramo, a toda suerte de peligros. El flujo de motoconchistas, de un poblado a otro, hace lento y riesgoso el tránsito de los vehículos.

Los camiones grandes casi rozan entre sí cuando se cruzan en paralelo.Hay partes en la vía en que, por efectos de los cortes de terreno que se hicieron en el simulacro de iniciación, son ya peligrosos declives para los automovilistas.

Al instalarse las nuevas autoridades el 16 de agosto del 2004, se informó que se había ordenado una auditoría para esclarecer el destino de casi mil millones de pesos que se habían pagado para la construcción de esa vía.

No se sabe todavía en qué ha parado esa investigación.Y si así fue, nadie explica por qué la obra no ha avanzado bajo las nuevas autoridades de la Secretaría de Obras Públicas o de la institución que la tuviese a su cargo.Mientras la obra está paralizada, son miles los ciudadanos, conductores y pasajeros, que sufren a diario el tormento de andar en una carretera peligrosa, que ya ha cobrado y sigue cobrando numerosas vidas.

Motoristas temerarios
Las estadísticas más recientes sobre los accidentes de tránsito muestran que la mayoría de las víctimas son motoristas, con la agravante de que ellos constituyen la clase de conductores más temeraria y a la vez la más favorecida con la indulgencia frente a las violaciones de las leyes.

Los motoristas pueden andar sin luces delanteras o traseras, sin placas, sin cascos de protección sus conductores, sin licencias, sin mufflers. Pueden pasar en rojo en cualquier semáforo, delante de los propios agentes de Amet, y pueden hacer todas las cabriolas que quieran en las calles, detenerse donde les dé la gana, andar en vía contraria, en fin, tienen licencia para todo.

En el manejo temerario y en la fragilidad de sus aparatos está la razón, en gran medida, del alto predominio de motoristas accidentados.

¿Cómo podrá resolverse esto? Haciendo aplicar las leyes rigurosamente, es la respuesta más lógica.

Ahora bien: ¿Tienen las autoridades la voluntad suficiente para hacerlo?

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