El recuerdo de una gran humillación
El Gobierno echó mano entonces a sus amanuenses políticos y los instaló en los puestos de mando de LISTÍN, uno para garantizar la sumisión de la línea editorial al absurdo reeleccionista que nublaría desde entonces la mente y las acciones del mandatario, y otros para garantizar que la mentira, la manipulación, la distorsión y la censura complementaran el resto de la obra intervencionista.
El 15 de mayo del 2003, hará mañana dos años, el LISTÍN DIARIO sufrió una de sus mayores humillaciones en 115 años de historia.
Un presidente intoxicado de poder, Hipólito Mejía, equiparándose en su maldad al tirano Rafael Leonidas Trujillo, cuyas presiones obligaron al cierre de este medio por más de tres décadas, alentó la intervención de este diario por parte de la Autoridad Monetaria y Financiera, usando la fuerza policial y al ministerio público.
La acusación: éramos un ente para el lavado de activos.
El director fue destituido y en su lugar, para edulcorar el atropello, designaron a quien en esos momentos era el director de otro de nuestros medios, acaso por la relación cercana, a nivel de asesor, que tenía con el desorbitado mandatario.
Pero éste, en medio del escándalo y el abuso en que inauguraría su ejercicio, prefirió a último momento no aceptar ese reto.
El Gobierno echó mano entonces a sus amanuenses políticos y los instaló en los puestos de mando del LISTÍN, uno para garantizar la sumisión de la línea editorial al absurdo reeleccionista que nublaría desde entonces la mente y las acciones del mandatario, y otros para garantizar que la mentira, la manipulación, la distorsión y la censura complementaran el resto de la obra intervencionista.
Como ocurre con frecuencia ante excesos de esta magnitud, la Justicia dominicana desaprobó la intervención.Desde la instancia inicial de un juez de amparo hasta la cumbre de la Suprema Corte de Justicia, la acción era del todo inadmisible. Estaba viciada. Era inconstitucional en muchos sentidos.
En pocas palabras, un atropello injustificado contra la libertad de prensa, contra la libertad de empresa, contra todo el sentido común.
Un atentado, sobre todo, contra la tradición de independencia del más antiguo y apreciado medio de comunicación impreso de la República Dominicana, testigo de su devenir republicano y democrático, aliado de las más nobles y sentidas aspiraciones de los dominicanos.
Recordamos el episodio, el que nunca deseamos ni imaginamos que ocurriría, sólo para que los dominicanos preserven en sus corazones el ideal de una vida en libertad plena, bajo la cual los medios de comunicación actúan como soportes, jamás como arietes de causas políticas o de los innobles caprichos y excesos de sus gobernantes, tanto si son dictadores, o con vocación para abusar de todos desde el poder, como si se descubren en su verdadera dimensión de bufones ridículos o como desmedidos y ambiciosos cleptócratas.
Sábado 14 de Mayo del 2005
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