Saturday, May 14, 2005

La memoria histórica se nos diluye

Es una pena que estemos asistiendo a la disolución inminente de nuestras reliquias o riquezas documentales históricas, testimonio de nuestro pasado, escuela para nuestro presente y nuestro futuro.


Lo sabemos, pero nadie parece escandalizarse ni preocuparse por lo que está ocurriendo. Aceleradamente, la memoria histórica de este país se va perdiendo o diluyendo entre la desaparición de documentos de los archivos más importantes y el desdén de las nuevas generaciones por nuestro pasado.

Del Archivo General de la Nación se han perdido millares de legajos únicos, en los que se habían registrado documentalmente —y gråficamente— episodios históricos, disposiciones, resoluciones, actas y publicaciones diversas.

Ha habido allí, en los últimos años, lo que su actual director define como una “depredación espantosa” del material archivado.Y lo mismo ha ocurrido, desde la decapitación de la dictadura de Trujillo, con otros documentos que se conservaban en los archivos del Palacio, la Cancillería, los tribunales de la República y órganos del ministerio público o en colecciones privadas.

Lo mismo ha pasado en las instituciones que expiden, modifican o conservan títulos de propiedades.Y lo peor es lo que está ocurriendo desde hace tiempo: la no declaración de nacimiento de millares de niños que hoy son ciudadanos inexistentes legalmente, auténticos “muertos civilmente”, a los cuales no se les posibilitará, ni ahora ni en el futuro, reclamaciones de cualquier género a las que tengan legítimo derecho.

Es una pena que estemos asistiendo a la disolución inminente de nuestras reliquias o riquezas documentales históricas, testimonio de nuestro pasado, escuela para nuestro presente y nuestro futuro.A esta pérdida se añade, como elemento más preocupante aún, el desinterés de los jóvenes por conocer o indagar lo que pasó recientemente o hace mucho tiempo.

Esa ignorancia se pone de manifiesto en los sondeos o los concursos televisivos o radiales en los que se les pregunta sobre personajes y acontecimientos históricos relevantes. Para colmo, si existiera algún interés en conocerlos y extraer de ellos alguna utilidad o experiencia positiva, iluminadora, rectificadora, no pueden contar con fuentes idóneas, completas, incontaminadas, ya que los archivos del país son un desastre. Son nada.

Ante esa realidad, el nuevo director del Archivo General, Roberto Cassá, propone crear un sistema de archivos que comprometa a todas las instituciones nacionales.Una manera, aunque tardía, de remediar en algo esta depredación que a nadie parece dolerle.

Cuando los pueblos proyectan semejante descuido e insensibilidad frente al progresivo declive de su memoria histórica, no se dan cuenta de que con ello pierden también lo mejor de su idiosincrasia y entonces quedan a merced de los vaivenes de la cotidianidad, sin referentes que ayuden a cambiar o a seguir el rumbo que andamos buscando y necesitando.

Viernes 13 de Mayo del 2005

0 Comments:

Post a Comment

<< Home