Lo que esta anomia nos ha traído
SANTO DOMINGO, REPUBLICA DOMINICANA.-En un estado de desorganización social como el que vivimos, tal como lo ha percibido la Iglesia en su carta pastoral de enero, no es extraño que las prácticas de una sexualidad aberrante tengan espacio y coro en este medio.
El nuevo concepto de que el hombre tiene, y hay que respetarle, libertad ilimitada para hacer cuanto le venga en ganas, ha desembocado en esta anomia con todas sus desagradables consecuencias.
Si un canal televisivo norteamericano se despacha con un reportaje que muestra a este país como un “paraíso sexual”, y no es la primera vez que esto ocurre, la reacción no debería quedarse únicamente en su condena y rechazo.
Debería movernos a reflexión, a un examen de conciencia, y a preguntarnos ¿por qué la sociedad ha permitido que sus mejores valores se estén diluyendo, sustituidos por otros, entre ellos el libertinaje sexual?
Si bien se penaliza y se proscribe la prostitución, no es menos cierto que aquí se ha sido muy mano blandita contra los proxenetas o promotores del turismo sexual que usan cualquier medio, preferentemente los audiovisuales, para atraer público.
Uno tiende a creer que, en todos los casos, exageran la nota. Pero no puede ignorarse que es una realidad, que se ha denunciado muchas veces, pero que persiste.
Por la Internet se promueven sitios que dedican amplios espacios de texto, fotos y vídeos al “paraíso sexual” dominicano , y se señalan los lugares de la Capital o de otras ciudades donde es usual encontrar hombres y mujeres que se prestan al negocio de la prostitución.
Y se han visto, en cadenas de televisión norteamericanas, programas que difunden imágenes de jóvenes en las discotecas consideradas de gente rica o acomodada, exaltando lo bueno que es atiborrarse de bebidas alcohólicas y entrar en manoseos con jóvenes clientes.
Y así por el estilo.
Hay otras variantes, como la pornografía en la televisión, que encuentran eco sin muchos empachos. Los canales nocturnos suelen trasmitir escenas de actos sexuales entre heterosexuales y homosexuales.
Y hay negocios que se dedican a vender Cd o Dvd con esas mismas escenas, pero en las que participan niños. Incluso, se promueve el “alquiler” de estas criaturas para que sean objeto del gozo de aquellos dispuestos a pagar.
Muchos extranjeros vienen aquí buscando esos deleites.
Pero muchos también vienen a admirar y disfrutar nuestras bellezas, alentados por la propaganda correcta y adecuada que realiza la Secretaría de Turismo o grandes resorts establecidos aquí, sobre las riquezas naturales, históricas y arquitectónicas, en pocas palabras, nuestras primicias americanas, que constituyen el lado opuesto de la propaganda malsana e inconveniente que hacen los proxenetas y los enemigos de este destino turístico.
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