Interesante propuesta del Presidente
Con el grado de acceso a la información que tienen los jóvenes de hoy, la eventual reforma debe de considerar que la obligatoriedad y gratuidad del bachillerato exige del Gobierno una mayor inversión en plataforma y en conceptos que respondan a las necesidades del mundo moderno
El Presidente Fernández ha lanzado una idea muy interesante: que, mediante una reforma constitucional, se consagre la obligatoriedad de la educación pública hasta el bachillerato.
Es este un punto, no el único, por supuesto, que cabe considerar como parte de nuevas reformas al sistema educativo, para corregir algunos problemas que han ido devaluando la importancia de la educación en nuestro país.
Las estadísticas son consistentes, año tras año, en el sentido de que aumenta la deserción escolar no sólo a nivel de primaria, sino ya en el bachillerato, cuando apenas quedan pocos años para que un joven termine esta etapa de su formación antes de aspirar a una profesión.
Muchas veces la razón no tiene que ver con precariedades de alimentación y de textos gratuitos, como acontece en el nivel primario, sino con las presiones por empleo remunerado que ejercen los jóvenes en un mercado que les ofrece pocas oportunidades.
Aquí entra en juego el dilema de continuar la formación o entrar en la faena laboral para mantener una familia, para costear sus estudios o para mejorar su situación de vida. El Presidente dice que no basta con declarar constitucionalmente la obligatoriedad de esta educación pública y gratuita hasta el bachillerato, si la medida no está acompañada de acciones puntuales para estimular a los jóvenes a culminar sus estudios.
La clave pudiera estar en que, al tiempo que se proclama una reforma constitucional en este sentido, la misma abarque como nivel el bachillerato en las carreras técnicas que el mismo Estado pueda ofrecer, creando institutos especializados o incorporando estas materias a las mismas escuelas públicas, que antes las impartían.
La obligatoriedad pasa también por un compromiso mayor y más serio del Estado en garantizar esas condiciones, pues de nada sirve extender la gratuidad si no hay maestros bien preparados, si no hay facilidades para que los jóvenes pobres adquieran sus textos y uniformes, o si no diversificamos los actuales esquemas para ofrecer otras materias , como las electrónicas, que tienen gran demanda de operarios, técnicos y profesores.
Con el grado de acceso a la información que tienen los jóvenes de hoy, la eventual reforma debe de considerar que la obligatoriedad y gratuidad del bachillerato exige del Gobierno una mayor inversión en plataforma y en conceptos que respondan a las necesidades del mundo moderno.
Pero lo más importante es hacer que la juventud reconozca que si no se prepara adecuadamente, no podrá optar por las escasas oportunidades de empleo remunerado o de becas, y que el Estado y la sociedad en su conjunto no defrauden aquellos que han decidido invertir muchos años para su preparación académica, proporcionándoles qué hacer y de qué vivir una vez culminen sus estudios.
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