Ir a un hospital es casi una cita con la muerte
Un país que ofrece semejante estado de ruina en sus instalaciones hospitalarias no puede avanzar hacia el desarrollo, ni puede asegurar un mínimo de condiciones para la salud a la mayoría de sus habitantes
La vida de muchos dominicanos está en juego cada día en nuestros hospitales, a consecuencia de las pésimas instalaciones, falta de medicinas y equipos, y un personal que trabaja desmotivado y desalentado por los bajos salarios.
El abandono y el deterioro a que los condenó el pasado gobierno hace que cada ingreso a un hospital sea una cita con el peligro, con el riesgo de la muerte, dada la carencia de los recursos más elementales para tratar enfermedades.
Uno no se explica cómo pueden sobrevivir los pacientes que llegan con enfermedades gravísimas, los que necesitan de cirugía de urgencia, los accidentados, los que son llevados a las llamadas salas de cuidados intensivos, si en esos centros no hay medicinas, no funcionan los equipos y no hay condiciones generales ambientales para asegurar, al menos, una atmósfera limpia para aguantar un internamiento.
Para colmo, aquí los pacientes parecen no tener derechos, ni que se les reconozcan algunos elementales principios de dignidad, pues al llegar adoloridos, incapacitados o heridos, tienen que someterse al manejo y la atención que permitan brindarles esas condiciones de precariedad y de desmotivación de los médicos y enfermeras.La vida es pues, para todos, pacientes y médicos, bastante dura.Y no sólo por las carencias, sino por el abandono, el descalabro y la poca higiene en que fueron dejados por la pasada administración.
Ahora se anuncia el propósito de emprender un plan de higienización y remozamiento de unos 20 hospitales importantes, para ponerlos en condiciones de atender mínimamente a los que requieren de sus servicios.Esta inversión es supernecesaria, ya que los costos de la salud se han disparado y quienes más han sentido esas alzas son los pobres que no pueden internarse en centros privados, y a veces ni en los mismos hospitales públicos, donde tienen que comprar de todo, hasta el agua que necesitan.
Un país que ofrece semejante estado de ruina en sus instalaciones hospitalarias no puede avanzar hacia el desarrollo, ni puede asegurar un mínimo de condiciones para la salud de la mayoría de sus habitantes.Un ejemplo del descuido imperdonable que caracterizó el sistema de salud en el pasado reciente es la Maternidad Nuestra Señora de la Altagracia.
Tras ser sometida a un proceso de mantenimiento y re-equipamiento general, terminó siendo un basurero de ratas y cucarachas. Ahora será nuevamente rehabilitada. Pero esa es la historia de todos los hospitales públicos.
Estamos vivos de milagro, ya que verse internado en esos hospitales, o procurando en ellos una cura urgente, se convierte, para muchos, en un pase seguro hacia el otro mundo.
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