Saturday, May 28, 2005

El perdón que pide la Iglesia

En los casos, locales o internacionales, en que estos episodios han representado una verdadera ofensa para las sociedades, la Iglesia ha respetado la tabla rasa que su moral y fe prescriben y ha condenado y protestado por tales aberraciones. Y responsablemente ha pedido perdón por las conductas de los descarriados


En el evangelio de Jesús, el amor y el perdón constituyen cara y cruz del núcleo fundamental del mensaje de salvación y de redención del hombre en un mundo demasiado pecaminoso.Lo que más enaltece su doctrina es, precisamente, la misericordia que emana del Padre, y esta misericordia no sólo es fruto de una auténtica caridad, sino de la capacidad que tenga el ser humano para perdonar al prójimo, especialmente al enemigo.Este es el gran manjar que alimenta la fe cristiana y por ello ha resultado coherente, honesta y responsable la actitud asumida públicamente por el cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez de pedir perdón al país, en nombre de la Iglesia Católica, por la gravísima ofensa y daño irreparable que algunos de sus miembros han perpetrado a la sociedad, en forma de crímenes horripilantes o de perversos abusos sexuales.Junto con la sincera humildad y valentía que significa pedir perdón, la Iglesia ha hecho un llamado a la Justicia para que, tras calibrar la gravedad de los hechos en cada uno de los casos a su cargo, imponga a los acusados las debidas sanciones que consagra el nuevo Código Procesal Penal.La Iglesia ni apadrina, ni promueve, ni tolera ni desea actos de este tipo y cuando alguno de sus miembros los comete es, sin dudas, porque el pecado, o las fuertes tentaciones del que siempre acecha para llevar a la perdición a los débiles de fe han hecho nido en sus corazones.La Iglesia , siguiendo las enseñanzas de su guía, aprecia y respeta la dignidad humana. Hace del hombre el objeto de su salvación, jamás de su abuso y degradación. Ella, como institución formada eminentemente por seres humanos, también es pecadora.Y lo fundamental es que sea precavida o previsora, y que haga cuanto sea posible para depurar a los que entran a ella como fieles siervos del Señor, pero que terminan capitulando en la fe, por muchísimas razones.En los casos, locales o internacionales, en que estos episodios han representado una verdadera ofensa para las sociedades, la Iglesia ha respetado la tabla rasa que su moral y fe prescriben y ha condenado y protestado por tales aberraciones. Y responsablemente ha pedido perdón por las conductas de los descarriados.Y ha sido inmensamente generosa, invocando la siempre misericordiosa actitud del Padre para que, en las horas críticas, aliente el arrepentimiento de los culpables y los pueda hacer merecedor de un perdón que no discrimina sexo, condición social o económica, raza o creencia religiosa.El país acepta el perdón que pide su Iglesia enaltecida.

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