Thursday, September 15, 2005

Candelier: ¿Una opción?

Si el general Candelier se ha lanzado a la búsqueda de un posicionamiento político es porque la sociedad misma, con su desencanto y sus frustraciones, le pavimenta el camino.


El general Candelier se ha lanzado al ruedo político, animado por quienes le dicen que él es “el hombre que hace falta para enderezar este país”.

Al utilizar este argumento, el general Candelier trata de explotar evidentemente el sentimiento de inseguridad y desprotección que subyace en la mayoría del pueblo y que la induce a anhelar la presencia, en el poder, de una mano dura y resuelta que enfrente los males que nos agobian.

Lo cierto es que, ahora y aquí, independientemente del problema de la inseguridad ciudadana, hay un cúmulo de dificultades cuya solución no puede confiarse al mesianismo ni a los superhéroes ni a ninguna individualidad superdotada.

La sociedad se mueve hoy en distintos marcos. Los legales, por ejemplo, han sido diseñados para garantizar el respeto a los derechos humanos o ciudadanos. Los económicos y financieros, para conectar las políticas de desarrollo a las realidades del mundo globalizado y de unas relaciones comerciales cada vez más parametradas por tratados de libre comercio.

Los marcos políticos o electorales se han concebido para preservar un sistema que descansa en tres poderes, independientes entre sí, bajo la premisa deseable de que cada cual pueda controlarse mutuamente en el manejo del Estado.

Por tanto, no caben las figuras plenipotenciarias, unívocas, como en los viejos tiempos en que no habíamos tenido un largo período de vida o ejercicio democrático, pese a las imperfecciones y, aún más, las intrínsecas debilidades de este sistema.

No obstante, como todo ciudadano, el general Candelier tiene legítimo derecho a presentarse como una opción nueva en la lucha por la presidencia, pero no debería perder de vista que el motor de esa campaña no puede sólo impulsarse en su conocida fama de hombre fuerte.

Apelar a este estereotipo, si bien podría granjearle muchos adeptos, no creemos que sea el “leiv motiv” esencial del paso que está dando ahora, por las razones ya señaladas. Es verdad que América Latina presencia en estos momentos la decantación de sus sistemas de partido, por la enorme corrupción en que han incurrido sus dirigentes cuando llegan al poder.

Esa decadencia ha traído gran frustración y ha abierto nichos de oportunidades a otras figuras, no las clásicas formadas al calor de sus partidos y sus luchas, algunas de las cuales, luego de ser elevadas al poder, han fracasado estrepitosamente.

Si el general Candelier se ha lanzado a la búsqueda de un posicionamiento político es porque la sociedad misma, con su desencanto y sus frustraciones, le pavimenta el camino. Tanto a él como a otros que asuman un discurso reivindicativo, que proyecten una firmeza y determinación, sin blandenguerías en el enfrentamiento de los problemas, y que se muestren dispuestos a cumplir las responsabilidades que otros, maleados por la corrupción o por la incompetencia, no han sabido asumir desde el poder.

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