Tuesday, September 13, 2005

Es mejor el plan y no el caos

Es preferible, entonces, que nosotros aquí apostemos al éxito y la pertinencia de este plan de ahorro, para no tener que despertar un día bajo una poblada que se lleve de encuentro la paz social y la estabilidad macroeconómica que, hasta ahora, por suerte, disfrutamos.


Es tan dramática la crisis en la oferta y refinación del petróleo en el ámbito mundial, que el propio cartel que monopoliza el mercado ya está pidiendo al mundo que racionalice su consumo.

La Organización de Países Exportadores de Petróleo acaba de hacer este pedido formal, a propósito de las dificultades que existen para procesar aceleradamente todo el crudo que demandan los países consumidores.

Este hecho es relevante y confirma las justificadas aprehensiones de que el mundo se acerca a una etapa de precios sostenidamente altos del petróleo y sus derivados, con sus consiguientes efectos traumáticos para las economías y naciones que dependen de el.

Los dominicanos deben hacer conciencia profunda de esta realidad y asumir el nuevo plan de ahorro de combustibles que ha dispuesto el Gobierno como el principio de un proceso de respuestas a esa crisis.El plan no es del todo perfecto ni nadie puede asegurar que se cumplirá al ciento por ciento.

Pero es un punto de partida para ir creando las condiciones del ahorro. Lo importante es que se entienda, desde ya, que no es un plan coyuntural, episódico, producto de una emergencia energética pasajera.

Tenemos que ir adaptándonos a el y ajustarlo gradualmente a nuestras necesidades y precariedades.

No puede verse este plan como una moda para salir del paso a una situación insostenible provocada por la escalada petrolera.Debe ser asumido por todos nosotros con la convicción de que, si no lo hacemos, afrontaremos mayores sacrificios a la hora en que tengamos que buscar los recursos —que no tenemos— para mantener un derroche y un consumo excesivo de estos carburantes.

El plan no se queda, por tanto, en unas cuantas medidas —que ahora parecen imperfectas o incoordinadas—sino que apunta a su sostenibilidad en el tiempo a través de nuevas entidades que se crearán para asegurar su cumplimiento.

En realidad, este plan debió aplicarse desde hace timpo, cuando resultaba bastante evidente que la cadencia de las subidas petroleras era imparable. Ya algunos países comienzan a sentir, en el orden social, los efectos de estas alzas.

Honduras ha vivido jornadas de violencia y tensión que han obligado al Gobierno a revisar su plan de emergencia energética y a reducir sustancialmente los precios de las gasolinas, que habían subido a niveles insorportables, como pasa aquí en estos momentos.

Perú, por su parte, redujo los impuestos locales a los combustibles, asumiendo el sacrificio de cerca de 9 millones de dólares mensuales que representa el dejar de percibir estos ingresos.

Otros países se esfuerzan por evitar un choque fatal y caer en una situación de violencia, de resistencia popular y de ingobernabilidad, apelando a diversas medidas atenuantes.

Es preferible, entonces, que nosotros aquí apostemos al éxito y la pertinencia de este plan de ahorro, para no tener que despertar un día bajo una poblada que se lleve de encuentro la paz social y la estabilidad macroeconómica que, hasta ahora, por suerte, disfrutamos.

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