Monday, March 19, 2007

Rosa del Listín

SANTO DOMINGO, RD.- Tal vez nunca ha habido, en la vida de los periódicos latinoamericanos, un caso singular como el de Rosita de Herrera.

Ella acompañó a su esposo, día a día, en el cuidado de muchos detalles que hacían del ListÍn Diario, en los tiempos de su ilustre director, don Rafael Herrera, la verdadera conciencia nacional.

Siendo esposa de un hombre desorganizado, ella subsanó muchos de sus olvidos o descuidos. No sólo lo ayudaba a recordar temas cruciales, sino que también aportaba las ideas que absorbía en su trato con variada gente. Le revisaba sus editoriales, y se ocupaba de que las páginas, una a una, se fueran impecables a los talleres. Era, en la práctica, una directora directora ad-hoc , que hacía su trabajo sin ínfulas, sólo inspirada en que su marido y el periódico, al fin, hicieran bien las cosas cada día.

Cuando Rafael Herrera murió, un profundo vacío marcó su vida. Uno de los momentos más duros fue aquel en que acudió, por última vez, al despacho a recoger todos aquellos iconos de esa formidable catedral del periodismo dominicano, muchos de los cuales donó a la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra para su conservación.

Con la muerte de Herrera, la viudez de dona Rosa era en gran medida una viudez para el LISTÍN, que perdió una fiel y honrada bitácora de vivencias y secretos, una presencia positiva y una consejera oportuna.

Se retiró de inmediato a la privacidad del hogar y se entregó más profundamente a Dios. Desde la humildad y limitación de su situación, siguió atenta al desenvolvimiento actual del LISTÍN y siempre rezaba por sus triunfos continuados, que eran aquellos que la herencia del mando y la visión de Don Rafael, con su vital ayuda, nos proveyeron en el tiempo.

Hoy la despedimos con lágrimas incontenibles, pues su pérdida es grande para el LISTÍN y para el país. Pero muy especialmente para aquellos seres que, aunque sólo los secretos de su corazón conocían, recibieron de Rosa de Herrera el auxilio necesario, sin importar lo que fuera, para cambiar sus vidas.

** Artículos de Miguel Franjul

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