Thursday, February 24, 2005

Aleyda, un modelo de periodismo responsable

Corría por sus venas la sangre de una estirpe de hombres y mujeres valientes y sufrientes de San Francisco de Macorís, curtidos en el desafío a la dictadura y en el rechazo a todo cuanto significara abuso a la dignidad humana

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Cuando Aleyda Fernández ejerció sus mejores años del periodismo, refulgió como una de las más talentosas y valientes exponentes de este oficio en nuestro país.

Corría por sus venas la sangre de una estirpe de hombres y mujeres valientes y sufrientes de San Francisco de Macorís, curtidos en el desafío a la dictadura y en el rechazo a todo cuanto significara abuso a la dignidad humana.

Y fue esa sensibilidad la que hizo que, como reportera, se interesara por las causas de los derechos humanos y, en especial, por las de aquellos perseguidos y prisioneros políticos que poblaban nuestras cárceles, en una época en la que también el periodismo afrontaba tantos o más riesgos que el disenso o la revolucionaria oposición al statu quo.

Ella no se acobardó, como no lo hace ninguno de los Fernández de su raza, frente a las amenazas, las advertencias o las veladas solicitudes para que se desviara de su misión. Por eso cayó presa y estuvo en la mira de muchos enemigos, a los que su estilo periodístico responsable y denunciador, les producía un efecto urticante.

Aleyda ejerció su profesión con honradez, con equidad, con apego a la verdad, con valor. En su época, eran pocas—casi podían contarse con los dedos de una mano— las mujeres que se dedicaban a este peligroso oficio. Ella descollaba por la profundidad de sus notas, la limpieza de estilo, la facilidad comunicativa.

Corrió innumerables riesgos en la cobertura de episodios tan dramáticos como el ametrallamiento del hotel Matum, tras la revolución de abril, y personalmente intervino en la misión —estrictamente muy personal— de ayudar a salvar vidas de perseguidos políticos.

Su carrera, fundamentalmente, la ejerció en el LISTÍN DIARIO, donde siempre se le respetó y se le apreció. Aún desde su retiro en Cenoví, San Francisco de Macorís, enviaba sus interesantes colaboraciones sobre efemérides y episodios de nuestra historia reciente, verdaderas joyas de la crónica y del reportaje periodístico. Luego nos enviaba pequeñas viñetas de costumbres y rasgos típicos de la vida del campo.

Un edema pulmonar fulminó su fructífera existencia y el país perdió así a una de sus más excelentes y valerosas mujeres, pero sobre todo a una de las más preparadas y talentosas periodistas.

Al recordar ahora todo cuanto hizo en la vida, es cuando mejor apreciamos el contraste entre los periodistas de una generación y otra y los valores que se han diluido en esa transición, entre ellos el sentido de misión de esta carrera, que está para servir a la sociedad, no para usarla como un trampolín de espurios negocios o para comercializar y meter de contrabando aspiraciones políticas o supremas mediocridades sin méritos, así como la valentía y responsabilidad de denunciar todo lo que está mal y podrido, sin importar que el precio sea el vituperio, la cárcel, el destierro. O la misma muerte. El LISTÍN llora hoy, con suma tristeza, su partida.

http://www.diarioadiario.com.do



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