Soberanía y narcotráfico
La sentencia de la Suprema nos acerca ahora mucho más a la tendencia actual y universal de globalizar las leyes, especialmente las que están destinadas a ponerle un vigoroso freno al auge del narcotráfico, y a sus ominosas derivaciones
Cuando Estados Unidos y la República Dominicana firmaron un Tratado de Extradición en 1910, el narcotráfico no constituía entonces un delito tan extendido ni mucho menos un flagelo mundial.El acuerdo valía, pues, para aquellos casos de personas que delinquían en uno de sus territorios y se estableció con la finalidad de evitar que los fugitivos escapasen al rigor de las leyes del país en el que cometían sus faltas.Es en los últimos años, cuando el narcotráfico, el terrorismo y las guerrillas forman un tenebroso y peligroso híbrido, cuando las grandes naciones incorporan a sus normas jurídicas estas figuras delictivas. Y en ese contexto han convenido en considerarlas como delitos de lesa humanidad, lo que les permite aprobar leyes que tienen un alcance más allá de sus propios territorios o jurisdicciones.Están excluidos del rigor de estos Tratados, los acusados o perseguidos por razones políticas.Este mecanismo de devolución y enjuiciamiento de un ciudadano a un país en el que ha delinquido, es lo que se conoce como extradición.En el caso de Quirino Paulino Castillo, la Suprema Corte de Justicia, con su sentencia, no sólo se ajusta al espíritu y el mandato del Tratado de Extradición firmado entre nuestro país y los Estados Unidos, sino que refuerza el precepto de la extraterritorialidad de las leyes llamadas a combatir el narcotráfico.Lo cual es un gran acierto.Para la Suprema, la persecución y penalización del narcotráfico no debe ser obstruida “ por un mal entendido nacionalismo”, un argumento que todavía se hace presente en las normas jurídicas de muchos países, pero que está desfasado.Cuando este híbrido tan peligroso del narcotráfico y el terrorismo se convirtió en una amenaza para la seguridad nacional en gran parte del mundo, el problema fue encarado con pragmatismo y de ahí que las normas jurídicas hayan sido acomodadas para que tengan una dimensión más universal.Esto no significa, como agrega la Suprema en su dictamen, renunciar a la soberanía de ningún país. De hecho, todavía algunas naciones siguen validando lo que siempre ha sido una ficción: la “territorialidad” aplicada al ámbito de las sedes diplomáticas, las residencias de sus delegados y las naves con banderas extranjeras , y a nadie se le ha ocurrido decir que, por esto, hay una soberanía mutilada.La sentencia de la Suprema nos acerca ahora mucho más a la tendencia actual y universal de globalizar las leyes, especialmente las que están destinadas a ponerle un vigoroso freno al auge del narcotráfico, y a sus ominosas derivaciones.
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