La Iglesia y los contravalores que nos corroen
En cuanto a la otra cara de la moneda, la de una sociedad empobrecida frente a otra que hace ostentación de lujo y riquezas malhabidas, la Iglesia nos recuerda que aliviar la vida de los pobres no es erradicar la pobreza
La Iglesia tiene a la verdad como una de sus grandes virtudes. Por eso, cuando emite sus reflexiones sobre la situación del país, lo que pone al desnudo es una realidad incuestionable, por dura que nos parezca.Ahora lo ha vuelto a hacer, remarcando sus conocidas preocupaciones por el auge de la delincuencia y la corrupción, sobre el drama de la pobreza y el estado de los servicios públicos, pero esta vez su mensaje tiene un corolario: preocupante esta suma de realidades es el fruto de la inversión de los valores éticos y morales de la sociedad.A juicio de la Iglesia, la inversión de valores es ya una parte distintiva de la cultura dominicana.Y al serlo, evidentemente que coloca a esa cultura en crisis, y de esa crisis emerge, con toda fuerza, una cadena de quiebras que afectan a la sociedad en su conjunto.Llama al país a involucrarse en una cruzada para recuperar los valores invertidos, o contravalores.Para asumirla con posibilidades de éxito, les pide a los dominicanos que privilegien los valores subjetivos, los del espíritu y la autoestima, antes que los objetivos o materialistas.La tónica que estamos apreciando en la sociedad es la del afán de muchos por tener y enriquecerse, a costa de lo que sea, siempre al tenor de lo mal hecho, de lo impropio, de lo ilegal.Por eso es que a diario nos asombramos de que, desde la base hasta la cúpula del poder público, se ofrezcan evidencias de corrupción generalizada. Apropiarse de los fondos públicos es un contravalor, y de esa práctica ya tenemos ejemplos abundantes a la vista. La Iglesia reconoce, incluso, que la nación está sobrecogida por el escándalo del narcotráfico, del robo y de los crímenes asociados a estas malsanas actividades, y está sobrecogida por el involucramiento de altas esferas del poder en tales iniquidades.En cuanto a la otra cara de la moneda, la de una sociedad empobrecida frente a otra que hace ostentación de lujo y riquezas malhabidas, la Iglesia nos recuerda que aliviar la vida de los pobres no es erradicar la pobreza.Con esto nos pone en alerta para evitar expectativas falsas que pudieran crearse con programas que si bien tocan aspectos esenciales, como la alimentación y la salud de los pobres, no es menos cierto que poco empujan hacia el logro de estándares mejores que cambien de cuajo sus penurias.Otra prioridad es la de atacar la violencia y la delincuencia en sus raíces, y para eso llama a la mayoría a imponerse a la minoría de los desalmados que promueven este desafío a la ley, a la autoridad y a la paz misma de nuestra sociedad.Estas reflexiones de la Conferencia del Episcopado Dominicano, en las vísperas de la efemérides de nuestra Independencia, deben acicatearnos para cuidar y amar más a nuestro país.
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