Que no se oculten las auditorías
Es grave que, conociendo el desastre, las autoridades persistan en envolverlo en un velo de opacidades, como si obedeciera a un maniqueísmo, a un ejercicio politiquero del amagar y no dar, sólo para facilitar un trato con el que verdaderamente está en falta.
Una vez que el Gobierno ha dicho que posee auditorías que pueden “estremecer” al país, no tiene sentido ocultar al público esos resultados. Ni tampoco “administrarlos” con fines políticos.
Es más, legal y moralmente sería más pecaminoso ocultarlas, demorarlas o manipularlas.
Y esta sociedad reclama ahora del Gobierno que hizo surgir mayoritariamente de las urnas, que ofrezca una prueba de apego a la verdad, a la transparencia y a la necesaria profilaxis moral, que las entregue a la justicia.
Si los resultados de esas auditorías estremecerían al país, es porque ya el Gobierno tiene elementos de juicios válidos y contundentes para sustentar esa presunción, es decir, conoce la magnitud de las irregularidades y a sus verdaderos culpables.
Demorar un día más la publicación de esos detalles va en contra de la necesaria claridad y honestidad en el manejo de la cosa pública.
Es más, un gobierno que se respete no puede llegar siquiera al extremo de que le lluevan las peticiones para actuar en este sentido. Esa es su responsabilidad. Y no vale ninguna excusa.
Ocultar esa información equivale, en buen derecho, a un encubrimiento.
Y aquí no caben alegatos de que si tal paso es o no conveniente a la gobernabilidad.
Ya fuimos desgobernados y traumatizados por un gobierno corrupto e insensible. Dejarlo indemne, impune, sería el peor pecado de esta administración.
Defraudaría más al pueblo de lo que el régimen anterior lo hizo. Y la credibilidad de los políticos, ya en picada, se desplomaría.
Es grave que, conociendo el desastre, las autoridades persistan en envolverlo en un velo de opacidades, como si obedeciera a un maniqueísmo, a un ejercicio politiquero del amagar y no dar, sólo para facilitar un trato con el que verdaderamente está en falta.
Este Gobierno tiene hoy 7 meses y es justo reconocer que ha tenido que lidiar con muchos problemas gravísimos, pero esas coyunturas, esas emergencias, jamás deben entibiar o doblegar su compromiso de no permitir la impunidad en los casos comprobados de irregularidades.
Frente a un adversario envalentonado, arrogante y porfiado, que trata de sugestionar con amenazas de guerra o con trancar el juego en el Congreso, no puede el Gobierno actuar como un animal que anda con el rabo entre las piernas, avergonzado y atemorizado por una bravuconada, porque para eso no fue que lo eligió abrumadoramente un pueblo ilusionado con una justicia que no llega...ni sabe si llegará.
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