Tuesday, March 08, 2005

Lo de Higüey, un suceso horripilante

Nos estruja en la cara, de nuevo, la insegura e inhumana condición de nuestras prisiones, el hacinamiento, la perversión y la violencia que tipifica los modos de vida en ellas, y la falta de mecanismos eficaces de prevención y sofocación de incendios y de otros acontecimientos de emergencia

El país está lleno de pena y de estupor, de asombro y de martillantes inquietudes, a consecuencia de la tragedia de la cárcel de Higüey, donde más de 130 reclusos murieron asfixiados y calcinados durante un motín.Ha sido un suceso horripilante, enlutecedor, lamentable.Nos estruja en la cara, de nuevo, la insegura e inhumana condición de nuestras prisiones, el hacinamiento, la perversión y la violencia que tipifica los modos de vida en ellas, y la falta de mecanismos eficaces de prevención y sofocación de incendios y de otros acontecimientos de emergencia.A todo esto se añade que, dentro de esos recintos, imperan más que nada las leyes que trazan bandas que se disputan el control de los negocios de alimentos, bebidas, drogas y hasta posesión de armas de fuego.En muchos casos, la autoridad real la representan los jefes de bandas, no los oficiales militares ni los alcaides. Mientras persistan esas condiciones, es difícil impedir que se repitan sucesos como los que han conmocionado al país, que se inician con tiroteos o apuñalamientos y palizas y terminan en incendios o en una debacle con saldos trágicos.Las cárceles están desbordadas de presos, la mayoría preventivos, y esto es una realidad del todo conocida y criticada.El hacinamiento bloquea cualquier esfuerzo para llevar orden y tranquilidad a las cárceles, sobre todo en aquellas que, como la de Higüey, había rebosado el máximo de su capacidad.Todo puede ocurrir en un ambiente así.Y, de hecho, ha ocurrido numerosas veces en nuestro país y tras cada tragedia, por más conmovedora, siempre se dice que se pondrá atención y remedio a estos males. Y de la palabra nunca pasamos a la acción.Por una de esas coincidencias, ayer mismo estaba prevista la ceremonia de graduación de la nueva promoción de la Escuela Nacional Penitenciaria, del cuerpo de agentes de vigilancia y tratamiento penitenciario de Elías Piña, y del Centro de Corrección y Rehabilitación de Menores en Conflicto con la Ley, y de los graduandos de la cuarta promoción para el Centro de Corrección y Rehabilitación de Dajabón.Esto ilustra un esfuerzo de capacitación para mejorar el servicio de la hasta ahora insuficiente policía de prisiones, y de veras que en esa dirección hay que encaminar todo esfuerzo de regeneración y humanización del sistema penitenciario. Aunque las cárceles sean almacenes de hombres y mujeres que han delinquido, la sociedad no puede ser indiferente a la tragedia individual que sufre cada uno de ellos, a los peligros que les acechan y a su desventurada realidad. Es una obligación moral revertir este panorama, sin mas espera.

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