Un plan que nos compromete a todos
Creemos que el plan recoge, en sustancia, las aspiraciones de la sociedad, que se contraen, de inmediato, a la depuración de la Policía, a la organización de los patrullajes, con mejores equipos y vehículos, a la formación de grupos barriales para dar seguimiento al desarrollo de la estrategia y asegurar su éxito
No se puede pretender que el plan de seguridad democrática que ha esbozado el Presidente Fernández sea la panacea frente a la criminalidad, pero nos parece que es la mejor plataforma que tenemos por el momento para ponerla bajo control y reducirla.La nación estaba exigiendo medidas urgentes para frenar la hemorragia de sangre y la atmósfera de temor que ha producido la delincuencia, y las acciones contempladas dentro del plan lucen que van en sintonía con lo que la sociedad ha venido reclamando.Si perdemos el tiempo en teorizar sobre las causas de la delincuencia, ya sabidas de sobra,corremos el riesgo de quedar arropados por la audacia y las estratagemas de los que delinquen por necesidad, por gusto o por mandato de otros.Y el país no está para quedarse de manos cruzadas frente a los desmanes de los delincuentes, y la mejor prueba es que, como nunca antes, hizo ostensible su rechazo a través de marchas, mítines, demostraciones públicas de colectas y donaciones para la Policía y otras entidades oficiales vinculadas a la seguridad pública, así como en manifiestos y declaraciones formales de entidades y personalidades.Creemos que el plan recoge, en sustancia, las aspiraciones de la sociedad, que se contraen, de inmediato, a la depuración de la Policía, a la organización de los patrullajes, con mejores equipos y vehículos, a la formación de grupos barriales para dar seguimiento al desarrollo de la estrategia y asegurar su éxito.El entrenamiento riguroso del personal sobre la base de modernas técnicas y estrategias recomendadas por especialistas extranjeros en la materia, contribuirá a darle eficacia y organización a esta lucha anti-criminal, en la que cada día surgen modalidades que retan la imaginación de las autoridades y del mismo pueblo.Es obvio que estamos frente a un nuevo contexto en el que la criminalidad encuentra suelo abonado. Por un lado, la intensificada lucha contra el narcotráfico ha desorganizado sus esquemas de venta, y eso ha traído represalias. Por el otro lado, las pandillas juveniles son un fenómeno nuevo que ya han sido enfrentadas en otros países con mano dura, tanto en la represión de las autoridades como en la severidad de nuevas leyes.Esas novedades exigen que la Policía se actualice y se adiestre y que reenfoque sus clásicos métodos para la prevención y la sanción del crimen. Y la sociedad misma necesita también proponer sus propias fórmulas para que el propósito anunciado por el presidente de “pulverizar” el narco y la delincuencia no sea solamente una responsabilidad de las autoridades, sino de todo el pueblo que es quien, en definitiva, sufre todos sus indeseables efectos.
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