La PN, entre los excesos y las blandenguerías
Vale la pena que la Policía escuche más atentamente los reclamos y los sentires de la población y que se una más a ella en lo que es un propósito en el que todos estamos de acuerdo: que se establezca una mayor confianza entre civiles y agentes, y una mayor interactividadentre todos, por la causa de la paz y la tranquilidad en nuestro país.
No es lo deseable que los ciudadanos suplanten, con sus propios medios defensivos, a la justicia y a la autoridad cuando se trata de combatir la delincuencia que nos flagela.
Esa es una responsabilidad primordial, aunque no exclusiva, del Estado, que forma, organiza, dirige y costea la estructura humana y técnica que se necesita para velar por la seguridad de los ciudadanos, por la paz pública, por el cumplimiento de las leyes y de los procedimientos para aplicarlas.
La delincuencia creciente, imparable, ha hecho que los residentes de muchos sectores prefieran organizar las defensas de sus barrios, sus negocios y sus casas, y la integridad de sus habitantes, formando grupos armados o comités de vigilancia.
Lo han hecho ante la evidente precariedad con que la Policía debe enfrentarse a estas amenazas de los antisociales, y ante la dobleguez de muchas instancias para castigar enérgicamente, con la Ley en las manos, a los homicidas, atracadores, ladrones y malandrines que quieren adueñarse del patrimonio ajeno y que agreden y matan sin contemplaciones.
En algunos casos, los comités de ciudadanos se han integrado para auxiliar a la Policía o para hacer colectas que permitan dotar a la institución de vehículos y equipos, siempre esperando que se les recompense con una mejor vigilancia y protección de sus sectores.
Otros han tomado francamente la vía de hacer justicia con sus propias manos y se conocen de muchos casos de linchamientos in situ, de personas sorprendidas robando o agrediendo a los indefensos ciudadanos.
Fruto de la inseguridad existente en muchos sectores, la Policía ha dispuesto que una comisión de oficiales examine el proceder de sus agentes, si son blanditos o indiferentes, si son capaces o no para actuar como tales o si son cómplices y hasta miembros de las pandillas de delincuentes.
Esta investigación no hará más que confirmar que, en verdad, no se tiene toda la capacidad y todo el recurso humano y técnico indispensable para sostener una exitosa y permanente lucha contra la delincuencia.Y que en este contexto, tanto hay de excesos como de blandenguerías.
Pero vale la pena que la Policía escuche más atentamente los reclamos y los sentires de la población y que se una más a ella en lo que es un propósito en el que todos estamos de acuerdo: que se establezca una mayor confianza entre civiles y agentes y una mayor interactividad entre todos, por la causa de la paz y la tranquilidad en nuestro país.
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