El plebiscito y el referéndum (y 2)
SANTO DOMINGO.-Si en el país existiera la figura del referéndum revocatorio, estamos seguros de que la democracia tendría aquí un horizonte menos nebuloso del que parece dibujarse en otras naciones, en medio de temores de que se debilite o desaparezca.
Con el referéndum revocatorio u obligatorio, la sociedad estaría en capacidad de mandar señales de inconformidad hacia los gobiernos, obligándolos a ceñirse a las leyes y a la Constitución y a dar respuestas a las promesas y a las expectativas de mejoramiento de la vida del pueblo.
Se evitaría que, como está ocurriendo en ciertas naciones latinoamericanas, la inconformidad popular encuentre terreno abonado en las vías de fuerza o de violencia para desalojar a un mandatario del poder.
La carta latinoamericana, que proscribe la sustitución de los gobiernos legítimamente elegidos, encontraría un pilar de robustecimiento en la figura del referéndum revocatorio, siempre que se diseñe el mecanismo de forma clara y precisa para justificar su convocatoria, y que esta sea el producto de la voluntad manifiesta de un segmento representativo de la sociedad.
Hay referéndums de dos tipos, el obligatorio y el facultativo, ambos para casos estrictamente jurídicos y constitucionales, pero en este caso estamos hablando de un referéndum revocatorio u obligatorio, porque se consignaría en la Constitución sólo para el objetivo específico de interrumpir el ejercicio de cualquier autoridad electa por medio de votos.
Las propuestas de reforma constitucional en este sentido, hechas por el presidente Fernández, han encontrado objeciones en ciertas esferas políticas, lo cual tiene lógica explicación.
Hasta ahora, el liderazgo político tiene licencia para el yerro, para la impericia, para la torpeza y el tollo, y para burlarse de la llamada voluntad popular, al amparo del mandato claro de la Constitución que le autoriza un ejercicio de cuatro años. Después que se encaraman en el poder, hacen lo que les viene en ganas. A veces, hasta la misma Constitución violan, y nada pasa. El pueblo está obligado a soportar a los gobiernos malos, hasta la llegada de una nueva elección.
Con el referéndum revocatorio, el país tendría un atajo, si tal fuese la necesidad, para no continuar con un mandatario o una autoridad electa que sea incompetente por más tiempo del período constitucional. Naturalmente, no puede usarse este mecanismo de manera festinada ni deportivamente.
Talvez los políticos no quieran tener esta espada de Damocles pendiente de sus ejercicios, pero creemos que esta salvaguarda es esencial para la democracia y para la sociedad misma.
En cuanto al plebiscito, hace tiempo que debimos incorporarlo a nuestra carta magna, como un mecanismo para decidir asuntos excepcionales que pueden definir el rumbo de un país, sus retos más cruciales, con la participación mayoritaria, no con la sola opinión de estamentos o instituciones que, en ciertos casos, están sesgados por sus propios intereses políticos o partidarios.
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