Friday, June 10, 2005

¿Y quién da cuenta de esa millonada?

SANTO DOMINGO. R.D. - Junio 10- Mientras no se desmonte este insólito reparto de los dineros públicos, ningún gobierno tiene moral para quitarles a los pobres el subsidio que reciben por la compra del gas propano, un subsidio que no es para beber ron ni hacer bulla en las calles.


Una considerable suma de millones de pesos del erario público, fruto de los impuestos que se les cobran a los ciudadanos, va a parar, sin fiscalización rigurosa, a los partidos políticos y a las ONG.

El pueblo que paga los impuestos no sabe ni una jota de en qué, realmente, se gasta esa millonada.

Ni se explica, tampoco, el porqué de este privilegio.

Pero mientras se esperan tales explicaciones, lo indiscutible es que tampoco el pueblo recibe un beneficio tangible, positivo, de esa no transparentada efusión de millones de pesos, tan necesarios para ser invertidos en asuntos más prioritarios, de resultados visibles.

Es hora de plantearse un cambio radical en esta forma de reparto de los dineros públicos.

Y esto lo decimos porque constituye una burla al pueblo que paga impuestos, que los destinatarios de esos millones de pesos se guarden y oculten la información de cómo usan esos dineros.
Las llamadas “contribuciones” del Estado a los partidos , supuestamente para permitirles el desarrollo de sus actividades en tiempos de campaña electoral, se diluyen, principalmente, en ron, combustible y alquiler de vehículos, en rótulos y pancartas. Y de lo que sobra, ninguna cuenta se rinde de manera exhaustiva, peso a peso, chele a chele.

De esas campañas, ¿qué positivo asimila el pueblo?

Las luchas por alcanzar posiciones electivas se dirimen en medio de epítetos, frases huecas, promesas manidas y desabridas, y en ataques sucios.

No se usa ese dinero para ninguna obra de interés público o social de las comunidades a las cuales se les agrede con una propaganda bulliciosa, estéril y matizada por una hemorragia de bebidas alcohólicas que, a menudo, provocan enfrentamientos violentos y sangrientos.

Con las ONG, parece que el negocio es rentable, pues de pocos años hacia acá se han multiplicado como por arte de magia y gozan de tan buena suerte que, a la hora de diseñar y aprobar el presupuesto de la Nación, mejor se quedan al margen instituciones de servicio a la sociedad, que esas entidades fantasmagóricas y secretas, a las que se les remunera bien por un trabajo que nadie conoce ni siente.

Es una burla, repetimos, que sólo dos de ellas hayan dado cuenta de cómo han invertido las ayudas, y que el resto se quede ignorando los sucesivos llamamientos que se les hacen para que transparenten tales subsidios.

Mientras no se desmonte este insólito reparto de los dineros públicos, ningún gobierno tiene moral para quitarles a los pobres el subsidio que reciben por la compra del gas propano, un subsidio que no es para beber ron ni hacer bulla en las calles.

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