Thursday, June 09, 2005

La ley y la autoridad, en franco descalabro

Vivimos en una atmósfera de miedo ciudadano. No se puede confiar en nadie. La gente anda armada, por si acaso. Los negocios a los que acuden muchos ciudadanos, como los supermercados, las iglesias, los centros comerciales, son blancos predilectos de los delincuentes para cometer sus tropelías.



Las noticias sobre crímenes, robos, asaltos y casos insólitos de violencia intrafamiliar, llenan de preocupación, miedo e inseguridad a la sociedad dominicana.

Estamos en un momento en que violar la ley o desafiar la autoridad es un acto instintivo entre muchos de nosotros.

Antes, cuando la autoridad tenía algún peso o poder disuasorio, nadie quería caer preso o verse involucrado en un enfrentamiento con la Policía.

Ahora no. Pocos temen, al sometimiento, a la demanda, a caer presos.

Con el nuevo Código Procesal Penal, aplicándose en paralelo a un estado en que se percibe que la ley ya puede ser violada según el antojo de quien lo haga o lo intente, ir ante un tribunal o a la cárcel, no parece asustar a nadie. Se tiene la certeza de que, no importa la gravedad del crimen, usted fácilmente puede salir de una audiencia para su casa.

Entretanto, no cesa la ola de robos en casas y en las calles, a plena luz del día.
Solamente en una calle, la manzana número 81 de la Ciudad Satélite Duarte, en el kilómetro 22 y medio de la autopista Duarte, de 14 casas han robado en 7 en los últimos días.

Las páginas de los diarios recogen a diario numerosas muertes en tiroteos de la Policía con delincuentes o presuntos delincuentes, actos de venganza, ataques perpetrados por desconocidos, riñas por cualquier motivo, hasta por tonterías, abusos y agresiones contra mujeres y niños, y toda una variedad de actos delictivos.

La gente no se siente segura en ningún lugar. El patrullaje es más visible en lugares estratégicos, donde se supone que la delincuencia encuentra sus últimos límites, que en aquellos sitios donde definitivamente se anidan los malandrines.

Vivimos en una atmósfera de miedo ciudadano. No se puede confiar en nadie. La gente anda armada, por si acaso. Los negocios a los que acuden muchos ciudadanos, como los supermercados, las iglesias, los centros comerciales, son blancos predilectos de los delincuentes para cometer sus tropelías.

Motoristas que se mueven por la ciudad, generalmente con sus motores sin luces, atracan a diestra y siniestra a ciudadanos indefensos.

Las leyes de tránsito son letra muerta.Y los agentes que representan a la autoridad se han hecho insensibles ante las violaciones.

A nivel general se percibe que hay un descalabro del principio de la sujección y acatamiento de las leyes.Y todo eso parte, en primer lugar, de una débil o relajada autoridad, una falla en su ejercicio e imposición, una falla que a su vez roza el ámbito de los tribunales.

El delinquir se está convirtiendo en un deporte peligrosísimo para esta sociedad, y no aparece nadie que le ponga fin o que lo controle.

1 Comments:

At 3:24 PM, Anonymous Anonymous said...

Lo felicito por su comentario ha dicho la pura verdad, quién podrá defendernos.

 

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