El Presidente desactivó la bomba
SANTO DOMINGO, R.D.- Afortunadamente, el Presidente se ha ido del lado de la clase media y de los pobres y ha resuelto mantener el subsidio al gas licuado de petroleo, tal como lo encontró desde el pasado gobierno, excluyendo, naturalmente, a los hoteles, restaurantes e industrias manufactureras.
El Gobierno ha dado el paso más correcto al mantener el subsidio al gas licuado de petróleo, una de las pocas compensaciones que recibe la clase media y los más empobrecidos de este país por parte del Estado.
El Presidente Leonel Fernández, en su discurso de anoche, aportó argumentos sólidos, incuestionables, para seguir sustentando la política de subsidio, pese a las recomendaciones en contra del FMI y de empresarios dominicanos.
El LISTÍN, que desde el primer momento se abanderó a favor del subsidio, entiende que el Presidente ha hecho la mejor apuesta.
Lo contrario hubiese representado, para su gobierno, una creciente presión generada por la insatisfacción popular, tal como ha ocurrido en otros países que se aventuraron a su eliminación o reducción, y pagaron por ello un alto costo en violencia, inestabilidad y hasta interrupción del orden constitucional.
Los alegatos de que el subsidio representa una carga fuerte para el Gobierno no podían, bajo ningún concepto razonable, tener asidero, sobre todo si se considera que en lo que va del acuerdo con el FMI se han superado muchos topes, se han mejorado las recaudaciones, se ha reducido la inflación y el Gobierno dice marchar cómodo con sus metas disciplinarias.
Si todo va tan bien como se dice, ¿qué gravitación negativa podría tener entonces sobre el presupuesto del Gobierno el mantenimiento del subsidio?
Además, se pierde de vista que el producto del que estamos hablando es esencial en la cocción de alimentos y en la transportación.
Son milllares —no únicamente choferes del concho— los hombres y mujeres de clase media que usan gas en sus vehículos para poder trasladarse a sus trabajos o sus diligencias.
Si se les hubiese quitado el subsidio, el Gobierno estaría condenando a esos usuarios —repetimos, no a los choferes del concho— a mayores sacrificios. Se las iba a poner más dificil de lo que están las cosas, encareciéndoles lo único que tal vez no está sometido a las fluctuaciones de precios, como ocurre con la gasolina y el gasoil.
En un momento en que hay demasiadas expectativas insatisfechas, era aventurero, un verdadero suicidio para el Gobierno, producir un corte drástico en esta especie de compensación popular.
Ese paso le hubiera costado muy caro, políticamente hablando.
Afortunadamente, el Presidente se ha ido del lado de la clase media y de los pobres y ha resuelto mantener el subsidio, tal como lo encontró desde el pasado gobierno, excluyendo, naturalmente, a los hoteles, restaurantes e industrias manufactureras.
Ha sido una apuesta por la paz social.
Por el sosiego de este país.
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