Saturday, June 11, 2005

Los fuertes nudos entre el narco y el poder

Al Gobierno y la justicia de Estados Unidos tenemos que agradecerles todo cuanto han hecho para desmantelar los pilares que comenzaban a sustentar un narco-Estado en nuestro país.
La firmeza y la perseverancia de las autoridades norteamericanas en la persecución, enjuiciamiento y penalización de este crimen, se ha hecho sentir en el ámbito local, con su ayuda para detectar a las figuras envueltas en los carteles de la droga y diligenciar su extradición.
Hasta ahora, lo que los dominicanos han conocido de este esfuerzo se limita, fundamentalmente, a la identidad de los integrantes de la banda, al multimillonario patrimonio que poseían y a su proximidad con el poder.
Pero todavía hay detalles y resultados de pacientes investigaciones que dicen algo más de la forma en que esas bandas estuvieron imbricadas en los mismos centros decisivos del poder, procurando neutralizar toda acción que entorpeciera su floreciente negocio. Esas redes sólo se organizan, se activan, actúan y logran éxito e impunidad si cuentan con un padrinazgo que permita el trasiego, empaque, redistribución y cobro de la “mercancía”, así como la libre movilidad de sus jerarcas y peones.
La autoridad que está llamada a evitar y desmantelar esas redes queda, de súbito, paralizada o incapacitada para operar como la ley manda, y este proceder es lo que va configurando la esencia de un narco-Estado.
Es decir, un territorio y una autoridad al servicio de los que manejan este tráfico, que no se queda solamente en un toma y daca de la “mercancía”, sino que abarca el envilecimiento de las normas que rigen y procuran la sanidad del sistema financiero, la transparencia administrativa, el control del contrabando y la evasión fiscal, la inversión misma y hasta el propio desenvolvimiento de la maquinaria estatal.
La penetración de los narcos en un Estado y el desarrollo sin tropiezos de su negocio, también envilece el ejercicio político, pues en la medida en que estos son económicamente sustentados por los narcos, a la hora de ejercer puestos públicos tienen necesariamente una cuota de “gratitud” frente a estos.
La gravedad de las implicaciones de estos lazos concupiscentes entre el narco y las autoridades, o las “altas esferas del poder”, como lo ha denunciado el embajador de los Estados Unidos, Hans Hertell, quedará expuesta al conocimiento público en la medida en que las cortes norteamericanas diluciden el Caso Quirino.
Esa verdad debe obligar a la sociedad dominicana a recapacitar sobre lo dañino que es la permisividad, tanto de ella misma como de quienes la gobernaron o la gobiernan, frente al lujo, la ostentación y el derroche que, producto de fortunas creadas de la noche a la mañana, muestran sin ningún rubor los agentes del narco, en su especial e íntima relación con la autoridad.

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