Bajo el signo del engaño
SANTO DOMINGO, REPUBLICA DOMINICANA.-El Presidente Fernández ha dicho dos verdades que ilustran la entronización del engaño en nuestra sociedad: los ricos se roban la luz y los contratistas de obras estafan al Estado.Faltó decir que el gran padre del engaño ha sido el Estado, a través de sus tres poderes, que lo han prohijado de distintas formas y en distintas épocas, contaminando desde luego a toda la sociedad.El Estado expropia propiedades privadas y no paga lo justo.El Estado tasa bienes, para los fines impositivos, por encima del valor justo, pero cuando quiere declararlos de interés público los devalúa.El Estado cobra impuestos bajo la promesa engañosa de mejorar servicios y obras, y no hace ni lo uno ni lo otro en la proporción justa y debida.La práctica, de tan común que es, termina generalizándose hacia el resto de las actividades de la sociedad.El consumidor o el cliente es estafado de múltiples maneras por una publicidad engañosa que ofrece una cosa y da otra. Las facturas de los restaurantes hay que revisarlas con lupa porque, al menor descuido, le agregan de más a lo consumido, o le introducen un recargo oculto.En la calle se mueve mucha gente persiguiendo a los bobos e incautos para engañarlos con supuestas necesidades médicas o de carácter humanitario.Cuando se acude en búsqueda de un servicio técnico lo primero que le disparan es el costo, no la garantía del servicio. A menudo, se cobra demasiado y se resuelve poco. Pasa como dice el Presidente con los contratistas. Que hacen mal las obras, para luego reclamar contrataciones sobre lo mismo que hicieron mal, o incompleto.En muchos autoservicios, el cliente pide varios artículos y cuando revisa la funda o el envase encuentra que falta algo.En el caso del servicio energético, al usuario por lo general le cobran por una energía que no le han servido.Eso es estafa.En otras áreas, el cliente o consumidor se siente defraudado por la pésima calidad de algo que se le ha ofertado como excelente o virtuoso. Va a comprar, por ejemplo, un producto natural al que se le atribuyen hasta propiedades milagrosas, y probablemente lo que recibe es un falso o neutro placebo.Entre la sociedad y el Estado se ha desarrollado una relación de trampas. Uno le quita o le sustrae al otro. El otro reciproca el trato.Lo peor de todo es que el Presidente hace la denuncia, pero se queda en ella y no actúa en consecuencia en defensa del interés o del patrimonio público, como lo exige su misión y su elevada responsabilidad como mandatario.Por eso estamos como estamos, viviendo bajo el signo del engaño, la corrupción y el permisivismo más imperdonable frente a estos desmanes.
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