Saturday, August 20, 2005

El rechazo a los haitianos

SANTO DOMINGO, REPUBLICA DOMINICANA.- No puede imponerse la sinrazón en el manejo de estos casos, ni tampoco puede alentarse una campaña que conduzca a muchos dominicanos a descargar iras o resentimientos contra los haitianos, en sentido general, por el hecho de que alguno delinca.


Hasta hace muy poco tiempo, era raro ver un episodio en el que ciudadanos dominicanos perseguían, agredían y desalojaban haitianos de sus comunidades.

Lo usual ha sido que militares o agentes de Migración, de cuando en cuando, lleven a cabo redadas para detectar y deportar haitianos ilegales, generalmente en tonos violentos y abusivos.

Pero en los últimos meses han habido casos en que, indignados por la muerte de algún dominicano a manos de un haitiano, los nuestros han reaccionado de manera colectiva atacando a los extranjeros, no importa si tuvieron o no culpabilidad en el suceso.

Las reacciones que han mostrado los canales televisivos causan tanto o más pavor que el crimen que ha desencadenado la retaliación. Gente armada con machetes, picos y otros instrumentos, se ve incendiando casuchas y golpeando a haitianos indefensos, a los que hacen huir a su país.

Este es un sesgo peligroso que puede tomar las formas de rechazo de la ciudadanía a cualquier evento que, perpetrado por un haitiano, pueda entenderse que hiere el orgullo nacional, y es peligroso porque puede conducir a la gente de los dos pueblos a admitir la vía de la confrontación violenta, no importa la magnitud de la diferencia que exista entre ellos.No puede imponerse la sinrazón en el manejo de estos casos, ni tampoco puede alentarse una campaña que conduzca a muchos dominicanos a descargar iras o resentimientos contra los haitianos, en sentido general, por el hecho de que alguno delinca.

Estas son señales preocupantes que deben mover a reflexiones serenas. Sabemos que el país está presionado por el impacto de una migración continua, indetenible, hasta ahora pacífica pero ilegal, que hace que se aposenten haitianos en nuestro territorio, donde buscan trabajo e ingresos para cambiar su triste condición de pobreza. Pese a que se trata ya de una comunidad grande, puede decirse que, por muchos años, ha tenido un comportamiento ejemplar, pues raras veces aparecían haitianos vinculados a hechos delictivos en nuestro país.

Pero desde que la frontera se convirtió en un puente para todo tipo de contrabando, y Haití cayó en la condición de un virtual narco-Estado, aquí llega de todo: lo bueno de una masa trabajadora, y lo nocivo de los malandrines y delincuentes vinculados a las drogas, al negocio de las armas y al trasiego de alimentos y personas.

Los efluvios de ese desorden invaden la vida nacional dominicana, y de ahí que en medio de las redadas y las deportaciones, cualquier desatino o acto criminoso de un haitiano reciba la respuesta retaliatoria masiva de los dominicanos y crezca, en la sociedad, un sentimiento creciente de rechazo a los haitianos, antesala de la xenofobia, lo que sí es inadmisible en este tiempo que reclama confraternidad y solidaridad entre los pueblos.

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