Una estabilidad amenazada
SANTO DOMINGO, REPUBLICA DOMINICANA.- Lo que se impone ahora, frente al indetenible proceso alcista en el petróleo, es que nos aboquemos a un acuerdo amplio para ver qué podemos hacer en el corto plazo para garantizar la estabilidad macroeconómica, la gobernabilidad y la institucionalización del país.
Al Gobierno hay que reconocerle que ha logrado algo que no pudo el anterior: la estabilidad de las principales variables económicas del país.
Pero como la estabilidad se logra a base de ajustes y restricciones, no siempre gratas al consumidor que siente que su poder adquisitivo ha menguado, este detalle no gravita positivamente en cualquier valoración de la gestión de un gobierno.
La gente reacciona a contracorriente de lo que desearían las autoridades con relación a este desempeño positivo e impensable en el corto plazo.
Lo cierto es que, aún cuando se han colocado bridas al caballo desbocado de la inflación y a la acentuada desconfianza en nuestro futuro y en nuestra moneda que padecimos en la pasada administración, no hemos llegado todavía al pleno control de los elementos de la crisis.
Y nadie está en capacidad, en estos momentos, de predecir que mantendremos la estabilidad si los precios del petróleo siguen subiendo y encareciendo sus importaciones.
En un momento en que estas alzas parecen ennegrecer el horizonte de la economía dominicana y las posibilidades de un crecimiento positivo por primera vez en más de cuatro años, el liderazgo político debe sentirse comprometido a procurar salidas y planes alternativos a esta amenaza.
La gobernabilidad del país no puede descansar únicamente en las manos del Poder Ejecutivo, aunque nos rija el modelo presidencialista, sino en la del resto de los poderes públicos y de otros estamentos de la sociedad civil, que inciden tanto como los primeros en el destino nacional.
Lo que se impone ahora, frente al indetenible proceso alcista en el petróleo, es que nos aboquemos a un acuerdo amplio para ver qué podemos hacer en el corto plazo para garantizar la estabilidad macroeconómica, la gobernabilidad y la institucionalización del país.
No es un momento para desacuerdos ni confrontaciones. El destino del país es una responsabilidad de estas fuerzas, que son las que conducen a la sociedad.
Tienen que ponerse de acuerdo en un plan nacional de ahorro de combustibles, en la inmediata aprobación del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Centroamérica y en la consiguiente reforma fiscal compensatoria, así como en la creación de un clima de diálogo que permita abordar otras prioridades nacionales.
Este país no puede seguir fluctuando entre modelos macroeconómicos cambiantes ni entre la discontinuidad de las mejores políticas del Estado y la improvisación de programas para disyuntivas inmediatas.
Las posibilidades de un petróleo más caro retan la capacidad de la nación para seguir sosteniendo la estabilidad macroeconómica, sin la cual no puede haber clima para la gobernabilidad ni para la seguridad de nuestras instituciones democráticas.
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