Thursday, August 18, 2005

La tragedia de Piedra Blanca

SANTO DOMINGO, REPUBLICA DOMINICANA.--Los ayuntamientos son, por antonomasia, la columna vertebral de las democracias. Como pequeños gobiernos, generalmente cultivan el debate plural de las ideas a través del escenario de sus concejos o salas de regidores.
Las discusiones son, por tanto, comunes y propias de los cabildos, pero en una nación tan politizada como la nuestra muchas veces los desacuerdos terminan en reyertas, según sea la temperatura de las confrontaciones entre fuerzas antagónicas.
La tragedia de Piedra Blanca, sin embargo, no parece ser otro episodio más de violencia en una sala y por causa de alguna acalorada discusión entre concejales, sino el producto de una vieja enemistad entre algunos de los que resultaron víctimas y victimarios en el sangriento suceso del pasado lunes.
La enemistad, por lo visto, nació en las mismas confrontaciones partidarias, por lo cual es todavía más deplorable, pues se supone que para defender ideales o posturas políticas no es necesario batirse en duelos mortales ni apelar a las armas de fuego para resolver asuntos que, en definitiva, son pasajeros e intrascendentes.
No podemos olvidar, sin embargo, que esta sociedad se mueve bajo el signo de la violencia.
Tanta delincuencia, tanta agresividad, tantos homicidios que se registran a diario en todo el país han contagiado a la sociedad.Mientras un segmento sucumbe ante los instintos desenfrenados, otro luce ya resignado a aceptar la criminalidad como un factor instalado en nuestra realidad, y es probable que otros tantos dominicanos se muestren insensibles o indiferentes ante el fenómeno.
La agresión sangrienta de Piedra Blanca no se justifica en ningún sentido.
Mucho menos entre ediles o autoridades en las que la comunidad se hace representar. Se supone que por eso mismo, por ser autoridades, constituyen modelos o ejemplos de liderazgo de esas poblaciones y que, al ser elegidos, se les reconocieron cualidades sobresalientes.
Todos, por tanto, están llamados a respetar y responder a esas expectativas, no a convertir las salas y las diferencias políticas o partidarias en un escenario o en un motivo para matarse entre sí y poner en riesgo la vida de otros.
Es una pena que hayan muerto dos regidores y que otras diez personas resultaran heridas en una confrontación sin sentido, que ha llenado de luto a las comunidades de Piedra Blanca y Sonador, en la provincia Monseñor Nouel, y que ha estremecido a toda la sociedad dominicana.

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