Que le carguen a las élites, no a los pobres
SANTO DOMINGO, R.D.- Jamás debe discutirse una reforma fiscal en la que sólo se escuchen los pareceres de esas élites, o en la que la intención sea discriminatoria, en perjuicio de los que ya no pueden soportar más estrecheces y sangrías tributarias.
Una élite codiciosa e indolente, “apertrechada” en la cúpula del empresariado, pretende imponerles a la clase media y a los pobres más cargas de sacrificios, al amparo de la reforma fiscal.
Ya dijimos y lo ratificamos: este país no aguanta más cargas gravosas sobre presupuestos macilentos, y menos ahora que los precios petroleros amenazan con sumirnos en una escalada de alzas en todo lo que consumimos y en muchos servicios.
La reforma que se ha “consensuado” hasta ahora, sin la participación de quienes representan a los más perjudicados, está orientada a “secar” los bolsillos de la mayoría para financiar a una burocracia ineficiente, que sólo vegeta en un mar de teorías y de planes abstractos.
Con razón el Grupo León Jimenes y otras organizaciones vinculadas al desarrollo nacional han reaccionado alarmados por el sesgo altamente abusivo que un grupo, en desmedro de la mayoría, quiere imponer al conjunto de medidas fiscalistas que están bajo discusión. El grupito empresarial, que debe en mucho sus aventadas fortunas a la debilidad concesiva de los gobiernos, dirige magistralmente las cargas de la reforma hacia sectores ya agobiados, con tal de no asumir ellos el sacrificio que cabe a quienes, por golpes de suerte en el mercado o por triquiñuelas de la peor especie, sólo han conocido el beneficio.
Cada vez que se intenta una reforma más integral y abarcadora, pero concebida en función de diversificar las opciones de desarrollo, estos grupitos piensan primero en sus intereses exclusivos y que al resto de la masa de consumidores se la lleve el mismo diablo.
Es así como ahora pretenden imponer más gravámenes a productos de consumo de alta necesidad y demanda, pero pegan el grito al cielo cuando se sugiere que los recargos afecten sus negocios y reduzcan sus enormes beneficios.
Jamás debe discutirse una reforma fiscal en la que sólo se escuchen los pareceres de esas élites, o en la que la intención sea discriminatoria, en perjuicio de los que ya no pueden soportar más estrecheces y sangrías tributarias.
El contexto en que se debate la reforma ha sido creado por la inminencia de la ratificación congresional del TLC con Centroamérica y Estados Unidos, pero no podemos olvidar que, por su carácter casi permanente, estas reformas no deben de quedarse en un mero cobrar más, sino en eliminar causas y factores que han hecho del Estado un gigante que se traga, con gula, una buena parte del beneficio de todos, sin mayores compensaciones.
Ahora mismo lo está demostrando, con su incapacidad para someterse a sí mismo a un plan de austeridad y ahorro de combustibles.¿Es a ese Estado al que irán a engrosar los impuestos que las élites quieren cargarles a los pobres de este país, sin asumir ellos una buena parte del sacrificio general?
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