Ante el naufragio moral
SANTO DOMINGO, REPUBLICA DOMINICANA.-Al unísono, las iglesias católica y evangélica han levantado la voz para denunciar los perniciosos males que parecen llevar a la nación al naufragio moral.Han advertido sobre la desintegración de las familias y sobre la corrupción imperante en todas las esferas, todo lo cual subraya el estado de descomposición social en que hemos caido.Una voz tan elevada y suprema como la del papa Benedicto XVI ha clamado porque el mundo se una en un proyecto de desarme y ha condenado el terrorismo que pretende enseñorearse sobre la base de agitar una confrontación de orden religiosa.Las enrabiadas mentalidades de los fundamentalistas han hecho que muchos fanáticos se lancen a las calles a matar gentes y a dislocar economías atacando fábricas, centros turísticos, hoteles e instalaciones estratégicas, creando así una atmósfera de violencia y terrorismo que no presagia nada bueno para el porvenir inmediato.En nuestra nación, los problemas tienen otras dimensiones y características. No tenemos terrorismo, pero sí vandalismo y raterismo.Y en la medida en que los rateros encuentran las calles, los negocios y los barrios sin vigilancia, operan en terreno fértil para la impunidad y el descaro. De ahí imponen su clima de inseguridad y terror, que fue característico en la vida del país el año recién pasado.Pero el fenómeno más desmoralizante ha sido la profundización de la tentación al robo o el dispendio de los recursos públicos, privando a las grandes masas desposeídas de recursos tan esenciales para mitigar sus difíciles e indignos modos de vida.Estas desigualdades son las que, poco a poco, alimentan de venganza, odio y resentimiento a aquellos que ven que otros, amparados en la impunidad y en el sello de poder que da una posición oficial, disfrutan de una buena vida, emborrachados de dinero mal habido, mientras descuidan sus responsabilidades con la mayoría.Estos resentimientos son el caldo de cultivo del desencanto, la desesperanza, la rebelión y de la propensión a la violencia en muchas naciones, que ponen en riesgo la paz mundial.Las iglesias, asidas a su mejor tesoro, la palabra de Dios, quieren que los dominicanos se den cuenta de que avanzamos hacia un derrotero indeseable y por eso promueven el amor de caridad, la solidaridad y la cordialidad entre todos nosotros.Pero ese estado no se logra si antes el hombre no deja de insultar a Dios con su delirante erotismo, con la mentira de sus actos y de sus pensamientos, con su egoísmo, con el irrespeto a los valores fundamentales de la raza humana y con esa entrega desinhibida a todo lo que trae el relativismo de la época. Escuchemos el mensaje concordante que nos han brindado las iglesias en los eventos de fin de año y hagamos un esfuerzo por enderezar caminos y por asumir una conducta de amor y de solidaridad, no importa ante quien ni ante la circunstancia que nos toque.
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