Un pasado que no se puede borrar
SANTO DOMINGO, REPUBLICA DOMINICANA.-Para los alemanes, la era de Hitler constituye una bochornosa página negra en su historia. No obstante su arrepentimiento, han preservado algunas huellas importantes de ese pasado para que las nuevas generaciones, horrorizadas y avergonzadas, no permitan que la nación vuelva de nuevo por aquellos infames derroteros.
Museos, reliquias, testimonios vivientes de aquel pasado se conservan en Berlín y otras ciudades importantes, mostrando, más que nada, el alcance de la barbarie, la profundidad de la tragedia y el dolor del holocausto de los judíos, así como el colofón de la justicia, apresando y condenando a los principales autores o responsables de aquellos episodios ominosos.
El propósito de evitar el resurgimiento del nazismo con nuevos matices ha obligado a las autoridades a restringir toda manifestación conexa o vinculante con aquel movimiento. Y ahora la nación, unida tras un largo período de división, avanza aceleradamente y constituye una de las más fuertes y sólidas del mundo en el plano tecnológico, comercial e industrial.
Pero, como Alemania, otras naciones que sufrieron el flagelo de las guerras o la desdicha de ser gobernados por sanguinarios líderes, también han recelado de ese pasado, pero no han cometido el error de pretender borrar todas sus huellas y, en cambio, han fortalecido sus políticas de conservación y hasta de rescate de todo aquello que simbolizaba auténticamente las páginas negras de su historia.
Aquí, en nuestro país, en cambio, es poco lo que existe o se conserva en museos de las épocas más relevantes de nuestra historia. Como que le damos poco valor y eso se manifiesta en el descuido o la pobreza muestral de nuestros museos y en la escasez de centros de esta naturaleza en las provincias.
La era de Trujillo fue tan brutal que muchos desearían no recordarla, pero eso no quita que las nuevas generaciones aprendan y valoren lo negativo que fue para que, con el conocimiento de esos precedentes, no cometamos de nuevo el error de caer en manos de sátrapas o de autócratas paranoicos deshumanizados.
Para comenzar, es notable el desconocimiento que acusan hoy sobre la historia reciente nuestros estudiantes de bachillerato y talvez de universidades.
Cada vez que se producen concursos de historia por televisión, aflora la ignorancia o el desinterés por ese pasado y sus personajes.
Inclusive, llegamos más lejos, pues lo mismo ocurre con todo lo que tiene que ver con el episodio de nuestra Independencia y Restauración, al punto que los más excelsos ideales de nuestros patriotas no constituyen, para muchos, las debidas referencias éticas o pautas para luchar por ellas y encauzar a nuestra sociedad por el sendero de la democracia.
Hace falta que establezcamos una política que rescate las reliquias o la riqueza documental, gráfica o textual de nuestro pasado reciente, para que las nuevas generaciones comprendan mejor cómo se ha ido labrando nuestra historia, cuáles errores hemos cometido y cuáles valores tenemos que fortalecer y preservar en la construcción de un mejor destino para nuestro país.
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