La sociedad encancerada (y 3)
SANTO DOMINGO.-El peor de todos los tumores de nuestra sociedad es la desesperanza. Cuando el paciente la pierde, se rinde por completo a la agresividad letal del cáncer. Esta sociedad está tumorizada, y hemos dejado que las enfermedades nos envilezcan, y nos degraden.
En ese trance estamos perdiendo la identidad.
¿A quién le preocupa el ideal de nuestros patricios? ¿Qué valor tienen sus enseñanzas para las actuales y futuras generaciones? ¿Por qué somos tan insensibles frente a una serie de fenómenos que nos hacen una nación dependiente y subordinada a las fuerzas o tendencias que imponen los más poderosos?
Estamos actuando con indiferencia. Y los que nos mandan son, en este sentido, los más indolentes.
Una cultura contradictoria, ajena a nuestros valores, se asienta y echa raíces al conjuro de una invasión pacífica de millares de seres humanos desafortunados y desvalidos, y se conjuga con la nuestra, bastante desdibujada por esa pérdida de la identidad nacional. Es un dejar de hacer y un dejar pasar lo que estamos viviendo.
No hay acción contra la cultura de la desobediencia de las leyes, no hay castigo de los corruptos, no hay protesta ante los desmanes y saqueos que protagonizan algunos políticos desde los puestos públicos, no hay manera de contener la expansión del narco, como mercado y como plataforma de negocios mafiosos, no hay respuestas para evitar la huida al exilio de millares y millares de ciudadanos desesperanzados o desempleados.
No hay autoridad completa. La poca que queda no se ejerce, sea cual sea su nivel. Los servicios básicos han fracasado. No hay proyecto que avance sin comisiones. No hay seguridad ciudadana para nadie. Ni justicia totalmente confiable.
Hay aridez en el liderazgo nacional, sobre todo en el moral, y por ese resquicio penetran los más descalificados, el tigueraje que asecha para devorar los recursos públicos a cualquier costo.
Lo material que se plasma en un crecimiento urbano o en las estadísticas de la economía no subsana la pobreza integral que corroe el cuerpo social. Sin valores morales y sin valores patrios estamos como aquél que pierde la brújula y no puede direccionar el rumbo de sus objetivos.
Una sociedad así, es una sociedad encancerada hasta el tuétano.
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