Saturday, May 13, 2006

¡Que Dios nos coja confesados!

SANO DOMINGO.-Es una pena que se haya tomado la decisión de disolver la Comisión de Asistencia Electoral, a causa del desplome del Pacto de la Civilidad.

Esa Comisión era la única instancia confiable que podría tener la sociedad y todos los electores a la hora de la verdad de las urnas, de los clásicos pataleos electorales.

Cuando los partidos o candidatos que se sepan perdedores intenten cuestionar los resultados, este país se dará cuenta de lo importante que hubiera sido contar con dicha Comisión.

Los primeros que cuestionan a la Junta Central Electoral cuando no están conformes con los sufragios son los propios partidos o candidatos participantes.

Y es en esos tranques, ya familiares para la sociedad dominicana, que una comisión independiente, a cuyos miembros no se les puede tildar de ser jueces parcializados o comprometidos con los partidos que los designaron, puede cumplir un trabajo de búsqueda de la concordia y el entendimiento.

En el pasado, y en contextos de crisis electorales, una comisión de este tipo ha podido intervenir como un ente magnífico para el acuerdo y la solución. Su creación, en el marco del Pacto de la Civilidad, debió trascender más allá de los desacuerdos de los partidos firmantes.

Y si se piensa bien, ella era la mejor opción que tenían los partidos para dirimir, dentro de la JCE, cualquier tipo de conflicto que pudiera poner en peligro la integridad y legitimidad del proceso.

La forma en que se ha roto el Pacto de la Civilidad, bajo el cual nació la Comisión de Asistencia Electoral, presagia más tensiones en la antesala de los comicios del martes 16.

Si el órgano rector de las elecciones y sus jueces no hubiesen sido cuestionados o puestos bajo sospecha, tal vez nadie osaría a apostar al tranque o al vacío existiendo una comisión de notables no parcializada y con calidad moral para avalar un veredicto.

Pero las cosas han cambiado desde anoche para acá. ¡Que Dios nos coja confesados!

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