Juan Pablo II y la Iglesia dominicana
Ese historial ha valido para que, ahora, en los umbrales para la elección del sustituto de Juan Pablo Segundo, el nombre de Nicolás de Jesús López Rodríguez figure entre el reducido grupo de cardenales a los que los vaticanistas y otros expertos consideran “papables”
La Iglesia católica dominicana debe mucho de su crecimiento y fortaleza al estímulo del querido Papa Juan Pablo Segundo, bajo cuyo pontificado la distinguió sobremanera.Cuando se habla de Iglesia se habla del país. Nuestra suerte no le fue ajena en ninguna circunstancia.Nos trataba como “primogénitos de la fe en América”, tal como nos lo recordó ayer, en su homilia en la Catedral, el cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez.En una de sus visitas, nos legó toda una doctrina social contra la pobreza, las injusticias, la marginación y contra la desintegración de las familias.Fue un mensaje bienintencionado, ofreciéndonos aliento y luces para que marcháramos por mejores caminos.Distinguió a nuestra Madre Protectora, la Virgen de la Altagracia, coronándola como estrella de la nueva evangelización.Estuvo presente, con sus oraciones y a menudo con ayudas materiales sustanciales, en nuestras grandes tragedias.Y en una de las más recientes, hizo que un enviado especial suyo viniera a consolar a los damnificados.Nos visitó tres veces y desde aquí lanzó, para el mundo cristiano latinoamericano, su reto para una nueva evangelización.Presidió la Cuarta Conferencia de la Comisión Episcopal para América Latina.Y en más de tres oportunidades delegó, especialmente en nuestro cardenal López Rodríguez, su representación en eventos de gran envergadura para la Iglesia universal en diferentes partes del mundo.Autorizó la creación de nuevas diócesis y elevó la de Santiago al rango de Arquidiócesis, nombrando al segundo arzobispo del país.La Iglesia dominicana ha cumplido con sus propios retos y le ha sido fiel a la autoridad del hoy extinto Juan Pablo Segundo.Los dominicanos lo honramos no sólo con nuestro cariño y admiración, sino otorgándole su nombre a templos, salas universitarias, calles y otros recintos, y atesorando los mejores recuerdos de sus visitas.Fruto de esta atención pontificia a la República Dominicana y a su Iglesia, su figura local más prominente, el cardenal López Rodríguez, ha podido desplegar una enriquecedora misión en las tres diócesis en que ha trabajado a lo largo de sus 44 años de vida sacerdotal.Ese historial ha valido para que, ahora, en los umbrales para la elección del sustituto de Juan Pablo Segundo, su nombre figure entre el reducido grupo de cardenales a los que los vaticanistas y otros expertos consideran “papables”.Esa sola cualidad enaltece al prelado y al país. El saber que contamos con una figura con las dotes y la fe para guiar al pueblo de Dios en la tierra, es un verdadero honor para todos los dominicanos.
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