Sunday, July 10, 2005

El drama de los estómagos vacíos

SANTO DOMINGO, R.D. Julio 10- En esa cantera de empobrecidos, hambrientos y, como se dice ahora, “carenciados” de todo, lo prioritario es la comida, y lo indispensable es el ingreso, sea como sea, si es por una vía legítima o por una impropia.


Según un cálculo hecho por el Presidente en estos días, cerca de 182 mil familias dominicanas, de las 200 mil que se consideran más pobres, no usan gas propano.

Partiendo de ese dato, hay que suponer que si no disponen ni siquiera de estufas tampoco dispondrían de suficientes recursos para comprar alimentos o para comer lo que la naturaleza les provea sin costo.

No hay un espacio geográfico específico para esta masa. Se disemina en nuestros campos y barrios, y puja por su sobrevivencia a cualquier costo.

En esa cantera de empobrecidos, hambrientos y, como se dice ahora, “carenciados” de todo, lo prioritario es la comida, y lo indispensable es el ingreso, sea como sea, si es por una vía legítima o por una impropia.

El gran intelectual dominicano José Ramón López decía que el hombre era un estómago con otros órganos alrededor de este para servirlo.

Con esto quería dar a entender que si al ser humano no se le facilitan las condiciones para satisfacer esta necesidad primaria, cualquier cosa puede ocurrir en la búsqueda desesperada del alimento.

Hace muchos años, en ocasión de una oleada de asaltos populares contra supermercados y centros menores de abarrotes, el Episcopado brasileño emitió una carta pastoral defendiendo el derecho que tenían esas masas empobrecidas a comer, sean cuales fueran las circunstancias.

Es increíble que teniendo el Gobierno y el sector privado a su servicio tantos expertos y analistas calificados, sus disquisiciones sobre el futuro del país y los contenidos de sus reformas fiscales pasen por alto la doliente realidad que ha descrito el presidente Fernández, sobre la base de datos levantados por las Naciones Unidas en una encuesta nacional.

Aquí nos enfrascamos en la búsqueda de fórmulas que privilegian el ingreso, la presión tributaria, pero dejamos de lado acometer la gran tarea de ir en auxilio y rescate de esas 200 mil familias empobrecidas, a las que ni siquiera el voluntarioso apoyo de la tarjeta “Solidaridad” o “Comer es primero” les podrá mitigar su prolongado estado de desnutrición y de desesperanza.

Pocas veces mencionamos este drama como una de las fuentes naturales de la delincuencia que nos arropa.Y por ignorarla y creer que solo es un fenómeno provocado por la lucha del mercado de las drogas, ahí tenemos el monstruo de la criminalidad desgarrándonos con sus feroces garras.

El hambre, los padecimientos que provoca; el desempleo, la falta de oportunidades; la escasez de dinero en gente que ansía ganárselo y que lo necesita para solventar sus necesidades fundamentales, es el caldo de cultivo de la situación que vivimos hoy.

Más caro nos ha costado enfrentarla y padecer sus consecuencias, que haber dispuesto de recursos y planes de empleo para prevenirla. Esa es la taladrante y dolorosa verdad.

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