Tuesday, July 05, 2005

Las fiscalías barriales

Cuando se implantó la modalidad de situar un representante fiscal en los cuarteles policiales, la iniciativa fue acogida como un esfuerzo más por garantizar los derechos ciudadanos de los detenidos y de las víctimas de alguna acción delictiva.
Jugaron, inclusive, un papel determinante en la apertura de casos de violencia intrafamiliar y en la atención a personas abusadas de otras formas, organizando e instrumentando los expedientes de lugar.
Las mujeres fiscales merecieron la confianza de las abusadas y, de esa enriquecedora experiencia, surgieron los modelos de atención especializada de esos casos.
Pero después que las mujeres fiscales fueron retiradas y que algunos representantes del ministerio público dejaron de cumplir su verdadera misión, porque se contaminaron con los excesos y atropellos de los cuarteles, se malogró el esfuerzo.
Ahora, por suerte, se revitaliza y cobra importancia porque existe un nuevo código procesal penal y porque se han creado las llamadas “fiscalías barriales”.
Estas entidades operan no como una simple oficina para recibir quejas, sino como una escuela de prevención, de orientación y de conciliación de intereses, por tanto, más eficaces en la solución de los casos.
Se encuentran en los barrios más conflictivos de la Capital, y constituyen una alternativa más humana y respetuosa al ambiente de los cuarteles, donde primaba —o talvez sigue primando— la cultura del pescozón o del tablazo para que un detenido o un testigo “cante” y confiese.
Ahora hay atmósfera para que los querellantes puedan ser escuchados y atendidos, sin que se encuentren con la sorpresa de que el escribiente, el cabo o el sargento de puesto en un cuartel resulte el mismo que lo atracó o abusó de ellos. Un grupo de orientadores profesionales de la conducta asiste a los fiscales, los que a su vez cuentan con el respaldo y el aliento de los llamados patronatos de las fiscalías, que se forman con los ciudadanos más representativos del barrio.
Los del patronato saben, por tanto, quién es quién y cuál es la inclinación delictiva de los más díscolos o la situación de precariedades y de incomprensiones que reina en los hogares.
Juegan bien su papel de conciliadores y auxiliares de la Justicia, conduciendo a menudo a los perseguidos hasta donde los fiscales para ser sometidos a interrogatorios, antes de que los saquen del inventario de los seres vivos en un intercambio de disparos con una patrulla.
Congratulamos al fiscal del Distrtito, doctor José Manuel Hernández Peguero, por esta iniciativa, que debería ser imitada por otras jurisdicciones para que el ministerio público sea algo más que un persecutor de violadores de la ley y ayude a evitar conflictos y a regenerar a los que delinquen.

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