¿El hombre fallido?
SANTO DOMINGO, R.D.-La presencia de la mujer es cada vez más ostensible en los principales escenarios de la vida de nuestro país, especialmente en los formativos y educativos. ¿Qué ha pasado, pues, con el hombre, en esta coyuntura?
Si se trata de universidades, constituyen la mayoría, muy por encima de los hombres, a los que nadie ve como antes, como machos predominantes en todo.
Lo mismo pasa en los centros especializados en idiomas, computadoras y en nuevas carreras técnicas. Parecería como si la especie varonil se hubiese extinguido.
Igualmente, ellas sobresalen en actividades de carácter espiritual y en aquellas que ofrecen claves para una vida mejor, para proteger a la familia y a los hijos, así como en jornadas de ayuda y solidaridad a ciudadanos en necesidad.
También están teniendo un papel más activo dentro de los partidos políticos. Mucho mejor que el de ciertos hombres que ya deberían estar guardados en un museo, para evitarnos más fastidios.
La mujer no quiere desaprovechar ni el espacio ni la oportunidad para insertarse aún más en los centros en los que se decide el curso de esta nación, y por ello es previsible que, en los años por venir, las ideas y las propuestas que provengan de ellas en ánimo de mejorar las cosas en este país, tengan un peso todavía mayor.
Uno se pregunta si el avance y el destaque de la mujer va en línea paralela con el del hombre, o si es que el hombre se bate en retirada concentrando su accionar y sus intereses en unos pocos campos, desalojados de los anteriores por una capacidad superior y emergente como la de la mujer. ¿Será esto una señal de que estamos, aquí, ante el hombre fallido?
No hay dudas de que esta decisiva incursión de la mujer en casi todas las esferas de la sociedad es el fruto de su capacidad intelectual, de su vocación de servicio y de un derecho bien ganado a decidir, con su voz y su voto, lo que debe de hacerse en este país. No subestimemos ni echemos al hombre al basurero... todavía.
A nivel del Estado, la mujer ha sido dignamente representada en posiciones legislativas o ministeriales y judiciales en las últimas administraciones, mientras que a una escala intermedia, como en empresas privadas, instituciones sociales, organizaciones religiosas y deportivas, su influencia se deja ya sentir en múltiples formas. ¡Qué bueno que así sea!
La mujer es más sensible que el hombre a las distintas variables de la crisis social. Siente y padece la desintegración de los hogares, el relativismo de la juventud, la desarmonía entre la aspiración a una vida digna y las severas limitaciones del poder adquisitivo, el flagelo de la pobreza expandida, sufre los vaivenes de los precios, la violencia y la inseguridad.
Tras escalar, con tenacidad, fuerza de convicción y amplio talento, el lugar que desde hace tiempo la sociedad le tenía reservado, la mujer tiene ahora más autoridad y peso específico en la conducción de este país. Sin su concurso, no puede diseñarse ni funcionar la nueva nación que todos aspiramos.
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