Los partidos y la corrupción; dos caras de la misma moneda
SANTO DOMINGO, R.D.-La cúpula del Partido de los Trabajadores del Brasil ha caído defenestrada por sus propios actos de corrupción, concretamente ante las denuncias de que usaba recursos del Estado para comprar apoyos al proyecto legislativo que permitiría la reelección del presidente Lula da Silva el año que viene.
Adicionalmente, los líderes están acusados de sobornar a legisladores para conseguir apoyo a otras iniciativas y para fortalecer la decaída coalición que el PT tiene con otros partidos brasileños.
Los aliados del PT se quejan de que, en la repartición de cargos en el Estado, el partido de Lula no les dejó casi nada.
A consecuencia de estas denuncias, el presidente Lula da Silva ha tenido el coraje y la destreza de volar cabezas y de proceder a una reorganización de su gabinete.
Eso hace que tenga todavía chance de recuperarse del daño que le han hecho sus colaboradores partidarios y del Gobierno y de que, con alguna suerte, se reelija.
Las prácticas de corrupción, tanto a nivel del ejercicio de las más elementales actividades de los partidos, como dentro del Gobierno, una vez llegan al poder, han marcado y desacreditado a los partidos políticos latinoamericanos, y especialmente a los de nuestro país.
Aún frente a todas las abundantes y vergonzosas evidencias,todavía muchos tienen la osadía de negarlo y, mas que de negarlo, de venderse como dirigentes inmaculados.
Esa negativa a admitir que esas prácticas corruptas son dañinas y deben de ser erradicadas es lo que da lugar a que los partidos, poco a poco, hayan degenerado en su esencia y en su accionar, y que al llegar al poder sean recurrentes en ellas.
Y que los corruptos sigan porfiados, robando y robando más los dineros del pueblo de manera impune y campante. Mientras en Brasil han renunciado o han sido “renunciados” los acusados de corrupción, aquí ni lo uno ni lo otro.
Mientras allá la sola denuncia ha causado una verdadera tormenta política de repercusiones que aún no terminan, aquí el espíritu de cofradía es tan fuerte que suscita una protección mutua, con la ventaja de que los demás partidos ni siquiera se atreven a atizar una campaña de saneamiento y rectificación ni aprovechan los errores de los otros, porque tampoco están libres de pecado.
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