Thursday, July 21, 2005

Las “terrabandas”

SANTO DOMINGO, R.D.- Las “terrabandas” son hábiles para incursionar de noche en un territorio privado, destruir carteles e instalar alambradas y levantar casuchas, y crear una presión social y jurídica a los propietarios, para que se vean forzados a negociar o a ceder frente a sus reclamos, aun cuando no tengan la razón.



Al menú delincuencial del país hay que agregarle uno que ya está asumiendo características de fenómeno en las zonas de vocación turística: el de las “terrabandas”.

Ya habíamos denunciado sus onerosos efectos en el caso del Suroeste, donde luego de anunciarse que se ejecutaría un proyecto de desarrollo integral de Bahía de las Águilas, sospechosamente comenzaron a producirse lo que en principio se llamó “invasiones de terrenos”.

El objetivo de las “terrabandas” no es intentar ocupar tierras y acelerar un asentamiento humano improvisado con “padres de familia” alquilados para tal fin, sino crear una situación de chantaje para obtener dinero a cambio de retirarse.

Participaban personas que, bien conectadas en oficinas donde reposan títulos de propiedad, se las ingeniaban para falsificar títulos o para lograr, en contubernio con autoridades corruptas, copias de expedientes que indican con precisión los linderos de tierras a las que tomaban por asalto.

Ahora está ocurriendo lo mismo en la zona costera del Noroeste, desde Manzanillo hasta Punta Deborah, donde existen planes ambiciosos para establecer nuevos proyectos turísticos y el conjunto de infraestructuras que siempre los acompañan.

Esa zona es remota y despoblada. Estas condiciones de desolación, de incomunicación y de poca vigilancia, facilita no sólo la incursión de los “terrabandas”, sino también los planes siniestros del narcotráfico.

Ya se han detectado, por esa zona, lugares favoritos donde operan y se ocultan contrabandos desde Haití y las islas de South y North Caicos, así como tráfico de drogas.

No hay que dudar que narcotraficantes poderosos, con dinero para financiar las ocupaciones de tierras, estén patrocinando las “terrabandas”, para crear así espacios bajo control para el depósito de drogas que entran por mar o que se lanzan desde avionetas volando a baja altura.

Así como lo propusimos para el caso del Suroeste, otra zona predilecta para los contrabandos de drogas, entendemos que en el caso de Villa Vásquez hasta Monte Cristi, debe montarse una vigilancia especial.

Sabemos que a un poderoso consorcio pretendieron -o lo lograron- chantajearlo para que entregara dinero a cambio de desalojar de sus tierras a numerosos invasores que, bajo el falso alegato de que sus ancestros eran propietarios, incursionaron en esas zonas.

Las “terrabandas” son hábiles para incursionar de noche en un territorio privado, destruir carteles e instalar alambradas y levantar casuchas, y crear una presión social y jurídica a los propietarios, para que se vean forzados a negociar o a ceder frente a sus reclamos, aun cuando no tengan la razón.

Un ejemplo reciente de esto sucedió en Jimaní, en las tierras elegidas para construir casas para los damnificados del aluvión del río Soleil. Todavía no han podido hacerse todas, por culpa de la aparición de unos “dueños” que nadie conocía.

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