Más bulldozers y menos teorías
SANTO DOMINGO, R.D.- Aunque hagan ruidos y provoquen desvíos del tránsito o algún tipo de incomodidad a los ciudadanos en sus rutinas habituales, en el fondo el ciudadano aprecia que los bulldozers estén en las calles, en los pueblos o en cualquier carretera, demostrando que el Gobierno trabaja.
Nos acercamos al primer año del Gobierno y son más los anuncios de intenciones que las realizaciones concretas.
Proponemos voltear este escenario futurista por uno en que la acción inmediata haga frente a nuestras más imperiosas necesidades.
Vayamos a la política del bulldozer. Y cuando hablamos del bulldozer, en realidad queremos referirnos al uso intensivo de máquinas que juegan un papel primordial en la construcción de todo tipo de edificaciones, carreteras, túneles, avenidas.
No hay una actividad más generadora de empleos que la que produce la llamada “industria de la construcción”, y la que mejor proyecta al pueblo las señales de una dinámica acción del Gobierno.
Con los bulldozers, o las popularmente llamadas “comesolas”, el primer gobierno del presidente Fernández plasmó grandes obras públicas, que le dieron un sello de realizaciones a toda su gestión, aunque se le criticara el énfasis que estos “megaproyectos” fuesen puestos en dos grandes ciudades y no en el resto del país.
Cuando los bulldozers mueven sus pesados andamiajes excavando terrenos y preparándolos para zapatas de edificios o plataformas de carreteras, o cuando realizan movimientos de tierra o de asfalto, la economía también se mueve a la par con ellos.
Pero si uno viaja a cualquier provincia y no ve estos aparatos en función, o ni siquiera los ve por parte alguna queda con la percepción de que hay parálisis en esta materia.
Aunque hagan ruidos y provoquen desvíos del tránsito o algún tipo de incomodidad a los ciudadanos en sus rutinas habituales, en el fondo el ciudadano aprecia que los bulldozers estén en las calles, en los pueblos o en cualquier carretera, demostrando que el Gobierno trabaja.
Por eso insistimos en que bajo la situación de crisis y apreturas que este Gobierno heredó de otro que dejó numerosas obras inconclusas, lo primordial es que, en un ejercicio temporal de austeridad, suprima secretarías y direcciones generales que no juegan un papel vital en la solución de las necesidades perentorias.
Que se usen esos recursos en la financiación de obras, de casas, de carreteras, de lo que sea, y que el Estado reduzca su nómina por esta vía. Esa combinación de medidas hará dinamizar la economía, crecerá el empleo productivo y habrá dinero circulando entre el público, lo que no ocurre ahora.
Al Gobierno se le ve acorralado por un desborde de la delincuencia. Pero también se le ve como extasiado y conforme en la más sublime, vaporosa y pulquérrima nube de ilusiones, entregado al examen de cuestiones abstractas, inasibles, en un temario que si bien es relevante debatir en foros, cumbres o seminarios, no tienen la virtud de producir para hoy, para lo inmediato, el pan que sacia el hambre de millones de estómagos vacíos, o el dinero que alivia nuestras cuencas. Los bulldozers pueden cambiar el panorama.
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