Sunday, July 24, 2005

Ni siquiera en el hogar estamos seguros

SANTO DOMINGO, RD.-Un profesor, que duró 25 años en la UASD impartiendo Física, estaba plácidamente en su hogar, junto a su esposa e hija, y un asesino, a sangre fría, entró a la galería, le disparó tres balazos y lo mató.
Otro dominicano, inexplicablemente, ha caído en medio de esta cadencia de fuego, horror y sangre que ha teñido al país y que no da señales de ser parada en seco.
Se acrecienta la inseguridad de todos nosotros. Ni siquiera el hogar es, ya, un espacio protegido en el que una familia pueda sentirse a salvo del golpe aleve de un criminal, de un ladrón o de una bala perdida.
Toda la ciudadanía está en peligro, y eso lo saben las autoridades que ya han realizado un diagnóstico amplio y profundo sobre este fenómeno.
De ahí ha surgido el llamado plan de seguridad democrática.
Ese plan revela hallazgos importantes. Por ejemplo, ha detectado que existe una fuerte percepción de que los jóvenes adultos y los menores de los barrios pobres se sienten estigmatizados por la sociedad.
Como en los barrios pobres es que se desatan las refriegas y los insólitos, esos jóvenes sienten que la sociedad los culpabiliza y los discrimina.
Dicen, por ejemplo, que si un joven de Capotillo, Las Cañitas, Gualey o Guachupita entrega un currículum en una empresa, no le dan el empleo por provenir de esos barrios.
Este estigma social se une al fenómeno de las pandillas juveniles y al del narcotráfico, para crear las condiciones de un estado de rebeldía, violación de la ley, insatisfacción y desafío al estado de cosas del país.
Ha coincidido con una veloz pérdida del prestigio y la autoridad de la Policía, a cuyos miembros asocian abiertamente con cualquier modalidad de delincuencia.
La institución ha caído presa en este desajuste, y por eso la sociedad se encuentra hoy totalmente desprotegida, insegura y atemorizada.
Por eso a cualquiera le dan un tiro, ya sea para robarle, para cobrar una deuda, para patentizar un desacuerdo o para sembrar más terror y luto en la familia dominicana.
Estamos llegando a un punto en que cada vez más nos convencemos de que, simultáneamente con acciones para dar vida a los clubes, crear espacios de recreo y sociabilidad, fomentar empleos y facilitar el acceso a la educación y a la salud, debe aplicarse la “mano dura” de la que nos habló el Presidente en su mensaje a la nación el pasado 27 de febrero.
Esa “mano dura” no se ha sentido. Por el contrario, cada día hay más sangre, más muertes, más atracos, más gentes abusadas y humilladas por los pandilleros, y más sensación de inseguridad paralizante y más deseos de muchos de salir huyendo de este infierno, de esta selva sin leyes.

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