Thursday, September 29, 2005

¡Apuren el paso!

SANTO DOMINGO, REPUBLICA DOMINICANA.- El Gobierno, insistimos, tiene que apurar el paso cuando se trate de atender a los necesitados, para que no siga cosechando tantas insatisfacciones y desalientos de aquellos que sufren y no tienen quién los defienda y los proteja.


Ya ha pasado un mes que Tamboril quedó inundado por las aguas del río Licey. Una persona murió, más de noventa casas fueron arrasadas y cuatro puentes resultaron derribados.

Hace pocos días se repitió el fenómeno, pero no con la misma intensidad de la primera vez. En ambos casos, sin embargo, ha sido lenta la respuesta dada por las autoridades para atender a los damnificados y para proceder a la reconstrucción o reparación de lo que resultó dañado.

Es ahora cuando los directores de la Defensa Civil y del llamado Comité Operativo de Emergencia han llegado al pueblo para realizar un listado de necesidades.

La Iglesia y el sector privado se movieron rápido, tras la primera tragedia, consiguieron fondos para atender a los necesitados y en estos momentos se están ocupando de localizar terrenos para la construcción de casas que luego se darán a los damnificados.

Las dos crecidas del río han puesto en evidencia la necesidad de construir un muro de contención, de hacer puentes más altos, dragar el cauce del río, reforestar sus riberas y prohibir nuevos asentamientos humanos en su entorno.

Tamboril vive bajo riesgo de una tragedia mayor y esto es suficiente para que el Gobierno, que ha sido lento e ineficaz resolviendo esas urgencias, se comprometa formalmente a la adopción de medidas para evitarla.

Para que luego no se aparezca un obispo y le diga tres o cuatro verdades, como se las acaba de decir el de la Diócesis de La Vega, sobre el penoso estado de indefensión en que se encuentran los habitantes de pobladitos por los que pasa la carretera Duarte, desde Arenoso hasta Moca, cruzando por La Vega, arropados en una nube de polvo porque no ha sido asfaltada.

En el caso de Tamboril, la indiferencia del Gobierno resultó manifiesta. Los primeros auxilios no llegaron a tiempo, como se había dicho, y los alimentos también tardaron en llegar. Por suerte, la Iglesia y los voluntarios llevaron zinc, colchones, sábanas y raciones alimenticias que mitigaron las escaseces en esos primeros días.

Otro ejemplo de desatención por parte del Gobierno es el de la comunidad de Sánchez. A pesar de la visita del Presidente Fernández y de las disposiciones dadas para que se construyan nuevas viviendas que sustituyan las derribadas o agrietadas por un problema de aguas subterráneas, a esta hora no hay casas ni terreno.

Así como el Gobierno, vía sus principales funcionarios y los que se amanceban por paga para hacerle bulto a sus “realizaciones”, es rápido y fuerte pegador respondiéndole a todo el que roza, con sus críticas, su delicada piel, así de rápido debería proceder para atender a los pobres y desventurados cuando pierden sus ajuares, sus casas y hasta sus esperanzas, tras una tragedia o un fenómeno imponderable.

El Gobierno, insistimos, tiene que apurar el paso cuando se trate de atender a los necesitados, para que no siga cosechando tantas insatisfacciones y desalientos de aquellos que sufren y no tienen quién los defienda y los proteja.


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