Monday, September 26, 2005

El que tenga oídos para escuchar...

SANTO DOMINGO, RD.- Lo que dicen nuestros obispos y sacerdotes es la suma de los sentires de un pueblo que talvez no encuentra otros medios para expresarlo con la elocuencia y el dramatismo que tal realidad comporta.


Por su propio respeto y culto a la verdad, a la Iglesia no puede imputársele que exagera la realidad del país cuando denuncia precariedades o injusticias que abochornan la dignidad humana.

Obispos y sacerdotes, y los demás religiosos y laicos que los acompañan en la misión pastoral, palpan a diario las necesidades del pueblo —a todos los niveles— como ningún gobierno lo hace.

De ahí que sus opiniones y valoraciones sobre la situación social y económica del país han de tomarse como un reflejo fiel de la realidad que conocen y que auscultan, para mejor interpretarla.

En las últimas semanas y de manera individual arzobispos, obispos e importantes prelados han hablado del deterioro de las condiciones de vida de los dominicanos y han llamado la atención del liderazgo político y empresarial sobre los alcances de una nueva reforma fiscal.

Han advertido que cargar con más impuestos a la población es contraproducente, mientras el Gobierno no resuelva satisfactoriamente las necesidades de salud, medicinas baratas, educación y seguridad ciudadana. Lo que dicen es la suma de sentires de un pueblo que talvez no encuentra otros medios para expresarlo con la elocuencia y el dramatismo que tal realidad comporta.

La Iglesia, a juzgar por las opiniones concordantes de sus más altos representantes, percibe que ha habido actitud timorata, irresponsable y huidiza de las autoridades frente al reclamo de castigar la corrupción.

También percibe que muchos problemas, ya creados, persisten o se agudizan por la falta de dirección y seguimiento. O porque no hay voluntad para ocuparse de ellos, sino de otros asuntos que a lo mejor no son tan prioritarios en una sociedad en crisis.

De ahí que fuese tan directo y tan elocuente el arzobispo de Santiago, monseñor Ramón Benito de la Rosa y Carpio, al decir que la nación reclama una “mano firme con guantes de seda”, es decir, una conducción más orientada al gobierno justo y recto, sin excederse en la imposición del orden o de la disciplina.

De inmediato, desde ciertas áreas del Gobierno quisieron buscarle a esta expresión, como se dice, la quinta pata al gato.

La verdad subyace en ella, aunque no sea del agrado de los que mandan. El mensaje, por igual, ha sido bien claro: la autoridad no puede palidecer o dejar de ejercerse, ni sustraerse a las realidades que enfrenta, por más duras que sean.

Otra visión dramática la ofreció el obispo de la diócesis de La Vega, monseñor Antonio Camilo, al decir descarnadamente que “es para atrás que vamos” y que ya a la gente, desatendida en sus necesidades de salud en los hospitales, sólo le queda esperar la muerte en su casa.

Otros obispos han llegado a tiempo al cuadro de la crisis y han hecho sus respectivos llamamientos al Gobierno y a la sociedad.

Sería muy aconsejable que prestásemos cuidadosa atención a lo que ellos dicen y que hagamos lo indecible para que este país no se nos rompa en muchos pedazos cualquier día por causa de tantos desaciertos.

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