“Cumbres” inútiles
SANTO DOMINGO, REPUBLICA DOMINICANA.- Las cumbres están haciéndoles perder un tiempo valioso a los presidentes que van a ellas a escucharse y a escuchar a los demás repitiendo las mismas generalizaciones y vaciedades que muchas veces acompañan aquellos discursos, que a los pocos días caen en el zafacón del olvido.
De tan frecuentes que se han hecho, las cumbres presidenciales ya están mostrando su efecto saturador y su decadencia como modelos que resuelven problemas internacionales.
Cada cumbre viene a resultar “más de lo mismo” de su anterior y de la que habrá de seguirle, y la mejor prueba es que con tantos problemas cruciales que anonadan a nuestras repúblicas, el elemento esencial de la última, en Salamanca, haya sido el “bloqueo” comercial a Cuba.
Que un tema viejo haya tenido que ocupar la atención de presidentes que representan a países con los cuales Cuba tiene relaciones comerciales normales, es un indicador de lo aburrido que ya resultan estas reuniones.
¿Por qué, junto a la exigencia de que Estados Unidos le ponga fin al “bloqueo”, los presidentes no reclamaron a Cuba que, a su vez, desbloquee todas sus dictatoriales disposiciones con las que ha sofocado, en más de 40 años, la expresión libre y democrática del pueblo?
Cuba ha soportado estoicamente ese “bloqueo” durante casi medio siglo, y ha cimentado, sobre esa resistencia, el sello de su revolución.
El resto de los países de América Latina, sin haber pasado por esa experiencia, enfrentan otras tan graves y delicadas que, a diferencia del caso cubano, ponen en estado frágil o susceptible de colapso la base política de sus propios sistemas de gobierno y de vida.
Entonces, pues, los problemas de la mayoría son los que verdaderamente tienen que ponerse de relieve en estas cumbres, pero para buscarles soluciones concretas, no para que queden como simples y elocuentes piezas de la oratoria o de la demagogia política.
Las cumbres están haciéndoles perder un tiempo valioso a los presidentes que van a ellas a escucharse y a escuchar a los demás repitiendo las mismas generalizaciones y vaciedades que muchas veces acompañan aquellos discursos que a los pocos días caen en el zafacón del olvido.
Las muestras de fatiga se han hecho evidentes en las expresiones de algunos mandatarios, y hasta han sugerido que sean más espaciadas, o que se convoquen con cierto carácter extraordinario cuando la situación lo amerite.
La asiduidad con que se celebran hace materialmente imposible que se alcancen objetivos palpables luego de ellas. El calendario está atiborrado no sólo de cumbres, sino de mini cumbres o de esporádicas reuniones bilaterales entre mandatarios.
Esto significa que es grande el tiempo que le consumen a los presidentes, y el dineral que se gasta para mover a tantos cortesanos a esos encuentros.
Si la decisión es seguir, tarde o temprano los pueblos latinoamericanos tendrán que verse obligados a cambiar sus constituciones para crear un nuevo modelo, el bipresidencial, que permita elegir un “presidente para las cumbres” y otro para lidiar, en la base del pueblo, con sus problemas más sentidos y con sus urgencias de cada día.
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