El relajo nacional
SANTO DOMINGO, REPUBLICA DOMINICANA.- El relajo que estamos viviendo no es más que la expresión acabada de la flojedad, la lasitud, el decaimiento del principio de la autoridad, un reflejo más de la acomodada política del “dejar de hacer y dejar pasar” con que se contemplan las continuas violaciones a la ley, sin hacer mucho para evitarlo.
Al quejarse de que en el país ya muchos no confían en la justicia, el procurador general sentenció: “La gente cree que todo es un relajo”.Lo dijo porque está convencido de que “hay un nivel de impunidad muy serio, y la gente no tiene temor de hacer las cosas.
El político, el policía y el sector privado entienden que pueden hacer lo que quieran, porque no hay sanción”.Una radiografía como ésta, tan real como patética, ilustra el estado actual de las cosas en nuestro país.Como la parodia de Sabala, esto es un verdadero relajo nacional.
El relajo que estamos viviendo no es más que la expresión acabada de la flojedad, la lasitud, el decaimiento del principio de la autoridad, un reflejo más de la acomodada politica del “dejar de hacer y dejar pasar” con que se contemplan las continuas violaciones a la ley, sin hacer mucho para evitarlo.
El que la gente no tenga temor de hacer las cosas implica, de por sí, una convicción de que nada podría pasarle porque hay demasiadas maneras de eludir a la Policía, a los fiscales y a los jueces, y esto se comprueba en los antológicos prontuarios de nuestros delincuentes, que a veces llegan a superar hasta más de treinta expedientes criminales.
La facilidad con que la autoridad y los delincuentes se “coyundan” hace posible que muchos crímenes y delitos de todo tipo se perpetren y se queden sin sanción. El que los automovilistas, pero sobre todo los motoconchistas, salten los semáforos en rojo o anden en vías contrarias de lo más campante, es también otra prueba cotidiana de que vivimos en un estado de relajo nacional.
El campo ancho para delinquir no tiene ya espacios limitados ni reservados. En la misma cafetería del cuartel policial del kilómetro 9, los ladrones se llevaron muchas mercancías, ante los ojos y narices de los policías. El relajo nacional también se alimenta de las inconductas de los que van al Gobierno.
Cuando los de abajo perciben que los de arriba roban, negocian o sólo van a resolver “lo suyo”, descuidando sus responsabilidades de servicio a la sociedad, por defecto también podrían sentirse invitados a hacer lo mismo.
Otra forma clásica del relajo nacional es la que fomentan los propios políticos, cuando prometen y no cumplen.
Y como si la ridiculez, bajo tal relajo nacional, no quisiese quedarse atrás como elemento distintivo del medalaganarismo en que vivimos, un solo hecho, insólito, lo pone de manifiesto: mientras la ciudad clama por la solución de sus graves problemas, los ocupados regidores del Ayuntamiento del Distrito Nacional han hecho algo que les parece más serio: acaban de prohibir que las gentes saquen sus perritos y sus gatitos a los parques o las vías públicas a hacer sus necesidades fisiológicas.
Así, el pis de perro al aire libre ha sido proscrito por resolución municipal, otra obra maestra de este relajo nacional.
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