Monday, October 03, 2005

Pollitos, garzas... y más alpistes

SANTO DOMINGO, REPUBLICA DOMINICANA.- El país requiere de soluciones reales y permanentes, como las que representan los metros o los modelos tipo transmilenio, destinados a cubrir grandes distancias en el menor tiempo, en ciudades geográficamente extendidas o de alta densidad poblacional.


Es descabellada, porque huele más que nada a negocio redondo, la idea del Gobierno de sustituir chatarras por minibuses y autobuses nuevos.

¿Qué razón justifica que los dineros del pueblo tengan que ser utilizados para financiar la eliminación de esas chatarras?


Si la hay, pues que la diga el Gobierno, para nosotros sugerirle entonces que cambie todos los cachivaches inservibles que tienen los pobres en sus ranchetas por útiles nuevos.

Si el Gobierno está boyante de dinero como para pagar a los propietarios de las chatarras la conversión de sus unidades en minibuses nuevos, de seguro que puede estar más dotado todavía para cambiar las chozas de los pobres por viviendas nuevas y confortables.

¿Por qué, pues, no hace este último cambio y beneficia a miles de familias indigentes o seriamente empobrecidas?

Las adquisiciones de minibuses, en etapas diferentes de nuestros gobiernos, han resultado una monumental fuente de corrupción, un pastel al que le dan mordidas insaciables determinados sectores que, al final, terminan apoderándose de los vehículos para formar sus propias empresas.

Los escándalos, en este sentido, están a la vista de todos. Y el Gobierno sabe que esto es así, porque en 30 años se han invertido más de 20 mil millones de pesos, y 150 millones de dólares sólo para el Plan Renove, en estas compras, y cada vez empeora el sistema.

Además, es sintomático que estas adquisiciones, que siempre conllevan apetecibles “comisiones” para las partes que manejan el negocio, se realicen en vísperas de elecciones en el país.

Los vehículos se convierten en el alpiste que sirve para comprar voluntades o adhesiones políticas, como igual ocurre cuando se ponen en marcha los llamados “planes de emergencia” o la masiva construcción de obras pequeñas –grado a grado para que no haya transparencia para alimentar a las boas políticas que siempre andan detrás de lo suyo, antes que servir a la sociedad.

El país requiere de soluciones reales y permanentes, como las que representan los metros o los modelos tipo transmilenio, destinadas a cubrir grandes distancias en el menor tiempo, en ciudades geográficamente extendidas o de alta densidad poblacional.

No podemos quedarnos en estas falsas soluciones de sustituir chatarras por “pollitos”, “garzas” o cualquier otro tipo de transporte, ya que es una injusticia derivar las contribuciones del pueblo hacia los bolsillos de unos cuantos negociantes.
Cuando se habla de estos planes son muchos los avivatos que aparecen recogiendo restos de autos en los talleres para ponerlos a circular y beneficiarse de un pago del Estado por algo que no debe estar en la calle contaminando u ocupando un espacio que no debe.

Sería penoso que este Gobierno, como el perro huevero, vuelva a reeditar la práctica de hacer compras millonarias de minibuses, a conciencia de saber que por ahí no andan las soluciones al problema de nuestro transporte público.


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