Friday, October 14, 2005

¿Qué pasó con el paciente?

SANTO DOMINGO, REPUBLICA DOMINICANA.- La aparición tan repentina y misteriosa de esa “burbuja”se produjo tras el último diagnóstico de los médicos extranjeros, que recomendaron quitar algunos grados al estado gélido del paciente para calentarlo un poco, hasta llevar su temperatura hasta los 37 grados, tras comprobarle algunas insuficiencias.


Hace apenas 14 meses, el paciente estaba en sala de cuidados intensivos, en estado comatoso, y todos, en su entorno, rogaban para que saliera pronto de esa antesala mortal y se recuperara.

Los signos vitales eran precarísimos, pero había esperanzas de que, con buenas recetas, el paciente pudiera sobrevivir.Su temperatura estaba bastante alta.

Desde que comenzó a subir abruptamente de 16 a 60 grados todo el mundo cayó en la cuenta de que su final era irreversible.

Fue preciso cambiar de médico y de medicinas y hacer un esfuerzo crucial por salvarlo. De hecho, a partir del cambio, el paciente recobró cierta lucidez, algo de energía como para levantarse de la cama y echar a andar. Y pronto se le vio salir de la sala de cuidados intensivos.

La atmósfera mejoró positivamente. Un soplo de confianza entró con fuerza al recinto, elevó los entusiasmos, hizo retornar los capitales huidizos y atrajo otros más, y en eso llegaron del extranjero los llamados médicos fondomonetaristas, que tienen experiencia probando recetas que, si bien han dejado moribundos a muchos, al menos ayudaban a este paciente a soportar sus intensos espamos, aunque se muera lentamente.

La fiebre comenzó a bajar hasta estabilizarse la temperatura en 29 grados.

Pese a las grandes exigencias de los importadores para cubrir los llamados “inventarios” de fin de año, estas presiones jamás lograron hacer retroceder al paciente. Por el contrario, sus signos vitales volvieron al estado esplendente que refleja salud y mejoría.

Los médicos dijeron que ya se había estabilizado y que, a partir de entonces, era p’alante que iría.

A su alrededor, algunos virus impertinentes, como las tasas de interés, fueron controladas y reducidas. El paciente se sacudía de algunas lacras, pero no de todas.

Por fuera , comenzó a lucir bien, tan bien que hasta le dio por alcanzar grandes utopías, fabricarse una isla artificial, construir una gran red de metro y transformar su entorno en una urbe moderna, tipo Nueva York, pero por dentro lo corroían otros síntomas que amenazaban con nuevas recaídas, como la invalidez para atacar la corrupción administrativa y fallas en su sistema circulatorio.

En medio del tratamiento, estalló la pandemia petrolera que le hizo encarecer los costos de su recuperación.Y con ella sobrevino también una epidemia que ya se creía superada, la temible “burbuja aprensiva”, que desordena todo a su paso y que ataca directamente las células de la confianza nacional.

La aparición tan repentina y misteriosa de esa “burbuja” se produjo tras el último diagnóstico de los médicos extranjeros, que recomendaron quitar algunos grados al estado gélido del paciente para calentarlo un poco, hasta llevar su temperatura hasta los 37 grados, tras comprobarle algunas insuficiencias.

Lo que no hizo, hace justamente un año, la reposición de los inventarios ni las altas tasas de interés, lo causa ahora esa “burbuja aprensiva” que se avienta con temores de otras metástasis y que sólo se combate eficazmente con inyecciones de confianza, no con las ininteligibles recetas ni las pastillas pasadas de tiempo que tratan de usar ahora los galenos, como lo hacía en su tiempo el célebre Doctor Anamú.

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