Sunday, October 30, 2005

La muerte lenta de Haina

SANTO DOMINGO, REPUBLICA DOMINICANA.-Es preciso que el Gobierno y las empresas situadas en Haina asuman un compromiso serio con tantas vidas humanas, procediendo a tomar las medidas de rigor que pongan fin a este asesinato silencioso, lento y masivo que se deriva de la alta contaminación del ambiente allí

Por culpa de la negligencia y la indolencia de los gobiernos, Haina engendra los elementos de una catástrofe humana: miles de sus pobladores tienen la sangre contaminada de plomo y están condenados, por ello, a una vida enferma o a la fatalidad.
Emanaciones de plomo y azufre que provienen de diferentes industrias pero principalmente de la Refinería de Petróleo, han causado ya serios trastornos respiratorios, parálisis, daños oculares y renales así como laceraciones en la piel a miles de sus habitantes.
Estas sustancias también han causado daños a los recursos acuáticos y a las fuentes de abastecimiento de agua, haciendo irrespirable el ambiente y riesgoso el vivir en esos entornos.
Fuera de esta contaminación, late el peligro de una tragedia provocada por la concentración y el manejo de sustancias combustibles en las proximidades de plantas eléctricas y depósitos farmacéuticos o de elementos químicos.
Lo bochornoso de este proceso de envilecimiento de toda una población es que se trata de una noticia sabida, pues desde hace años se vienen realizando estudios profundos sobre la contaminación y sus resultados han sido sobrecogedores.
Sin embargo, los gobiernos no han hecho nada para detener este progresivo atentado contra la salud y las vidas humanas de la zona.
Las recomendaciones que se han hecho para garantizar un mínimo de pureza y calidad al ambiente han sido ignoradas, lo mismo que las solicitudes de sus habitantes para que las empresas establecidas en ese lugar se sometan a reglas estrictas de protección al medio ambiente.
Aún cuando algunas empresas utilizan filtros para regular las emanaciones de monóxido de carbono, estas siguen produciéndose en volúmenes francamente letales o gravosos para la salud humana.
Eso ha dado lugar, por ejemplo, a que al dispensario de una parroquia acudan a diario decenas de personas a tratarse los síntomas de fiebre, dolores de cabeza y problemas respiratorios y en la piel.
Los especialistas advierten que las altas concentraciones de plomo en la sangre de los ciudadanos de Haina pueden provocar anemia crónica, daños en la médula ósea y en todos los huesos y otros trastornos neurológicos que incapacitan o conducen a la muerte.
No podemos seguir menospreciando a este pueblo y su tragedia intrínseca.Es preciso que el Gobierno y las empresas situadas en Haina asuman un compromiso serio con tantas vidas humanas, procediendo a tomar las medidas de rigor que pongan fin a este asesinato silencioso, lento y masivo que se deriva de la alta contaminación del ambiente allí.
Si de veras los gobiernos son auténticos en su compromiso de ayudar a la población en medio de sus dificultades y peligros, aquí tienen un reto de envergadura para demostrarlo. ¿Lo asumirán algun día?

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