Tuesday, November 08, 2005

Apoyamos la Policía Escolar

SANTO DOMINGO, REPUBLICA DOMINICANA.- Ojalá que los maestros sindicalizados y las asociaciones de padres de alumnos se conviertan en animadores y sustentadores de esta Policía Escolar, porque de ella dependerá que gradualmente vuelva el orden a los planteles.


La delincuencia y las drogas se aposentaron en las escuelas dominicanas, pretendiendo dañar en su cuna y en su base a los que encarnan el futuro de la patria.

Las escuelas, que fueron centros de ebullición de una generación que propulsaba cambios profundos en esta sociedad, perdieron poco a poco ese rol y quedaron a merced de influencias malsanas, reflejo de la misma descomposición que padece el cuerpo social dominicano.

De ahí que proliferaran los estudiantes armados, proclives a la formación de pandillas, o de aquellos que se prestaban para vender o consumir drogas.

El irrespeto al maestro y a las reglas de la educación se hicieron patentes, al punto de que en los planteles se escenificaron actos violentos, de rasgo y motivación delincuencial contra alumnos y profesores.

Los balances anuales que se ofrecen sobre la educación demuestran la alta deserción, la pérdida de horas de clase por motivos baladíes, el decomiso de armas de fuego y armas blancas, agresiones físicas y violaciones sexuales, así como atracos y otras aberraciones comunes.

En la medida en que la escuela se debilitaba en su papel de formadora y rectora de la moral y la buena conducta, que fueron sus pilares en el pasado, en esa medida se acentuaba esa decadencia.

Además, la ausencia de expectativas positivas para todo aquel que termine el ciclo básico y bachillerato se convertía en factor de desaliento de los estudiantes, y de ahí la facilidad con que abandonan los estudios.Visto en líneas generales ese marco de degradación y de inseguridad, hay que considerar como un paso positivo de las autoridades el restablecimiento de la Policía Escolar.Jóvenes universitarios, preparados para manejar a un estudiantado acostumbrado a romper reglas y desafiar la autoridad, se ocuparán de mantener la vigilancia y la protección de las escuelas públicas.

En la medida de lo posible, esta Policía tratará de evitar el ingreso de estudiantes armados o de “mulas” de las drogas y observar a aquellos que muestran signos o elementos asociados al satanismo, o a los que son propensos a las vulgaridades, las malas palabras y las acciones indecentes, para llamarlos enseguida al orden.

Ojalá que los maestros sindicalizados y las asociaciones de padres de alumnos se conviertan en animadores y sustentadores de esta Policía Escolar, porque de ella dependerá que gradualmente vuelva el orden a los planteles.

La sociedad, en general, debe observar el comportamiento y la forma en que ejercen su misión los policías escolares y ofrecerles, como es debido, el más amplio respaldo a su trabajo.

Es hora de poner un freno al acelerado proceso de decantación, desorden e irrespeto que unos pocos han provocado al interior de nuestras escuelas, que deberían ser faros que proyecten la luz de un mejor porvenir para nuestra patria.

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