Thursday, November 03, 2005

Un mensaje enjundioso y sereno

SANTO DOMINGO, REPUBLICA DOMINICANA. - Nos identificamos plenamente con el llamado que hace la Conferencia del Episcopado Dominicano al Estado para que resuelva y reordene el fenómeno migratorio sin prejuicios, con visión positiva de la inmigración y con serenidad.


La Conferencia del Episcopado Dominicano, con la responsabilidad que caracteriza a la Iglesia Católica, ha realizado una verdadera radiografía a esta especie de tumor en que se ha convertido el tema de la creciente inmigración haitiana en nuestro país.

Esta problemática requiere con urgencia de una solución legal y humanitaria.

El mensaje de los obispos analiza, prácticamente en todas sus partes, la historia y la situación contemporánea de las migraciones, específicamente la entrada cada vez mayor de ciudadanas y ciudadanos haitianos a territorio dominicano.

Ciertamente a todo ser humano le compete el derecho de trasladarse de un lugar a otro, de buscar nuevos horizontes y aventurarse a nuevas posibilidades para lograr la estabilidad económica de su familia.

Es una prerrogativa que no se puede discutir ni rechazar, siempre que se haga sobre el marco del respeto a las leyes y el reconocimiento de los propios deberes.

Bajo este precepto, tal como expresa el Mensaje de los obispos, el Estado dominicano tiene la impostergable obligación de abordar con seriedad y carácter el tema de las regulaciones migratorias con la aplicación de las normativas vigentes, empezando por la propia Constitución de la República.

Ya es hora de actuar con acierto para lograr una solución definitiva al desorden migratorio y a los desatinos en la política domínico-haitiana, desechando cualquier tipo de violencia o sesgo xenófobo contra nuestros hermanos vecinos.

Si hay una institución que tiene calidad para pronunciarse en estos términos, es la Iglesia Católica, pues ha sido ella, y no cualquier institución improvisada que busca afanosamente personería jurídica para lucrarse de las miserias, la que con mayor presteza y constancia ha acogido con cristiana actitud a los inmigrantes indefensos, a millares de familias haitianas que han encontrado en parroquias y sacerdotes a los cirineos que los han ayudado a cargar la cruz del rechazo, del hambre y de la miseria.

Nos identificamos plenamente con el llamado que hace la Conferencia del Episcopado Dominicano al Estado para que resuelva y reordene el fenómeno migratorio sin prejuicios, con visión positiva de la inmigración y con serenidad. Como plantea el Mensaje, se hace impostergable la puesta en ejecución, de manera urgente, de los requerimientos para que se cumpla con la nueva ley que rige esta materia.

Pero no podemos olvidar que el problema de la migración haitiana, masiva y constante hacia nuestro territorio tiene su origen en la desestabilización política y económica de Haití, grave situación, cuya solución requiere del concurso y la participación de la comunidad internacional. Si las condiciones de esa nación mejoran, lo mismo ocurrirá con sus ciudadanos, y consecuentemente con esta problemática que representa cada vez una mayor migración hacia nuestro país.

Nos unimos a la voz responsable y humanitaria de la Iglesia Católica, que reclama el reconocimiento de la dignidad humana, el reconocimiento a los derechos de los inmigrantes haitianos que se encuentran en nuestro país de manera legítima, la regularización del status de quienes no están documentados, las repatriaciones legales y humanas, la negación de la violencia y la xenofobia, y el innegable principio de la equidad.

Las Sagradas Escrituras nos dicen en uno que otro versículo que Dios no hace excepción de personas, no margina nacionalidad ni raza; que acoge al desvalido e invita a llamar hermano al extranjero. Bajo estos valores nos inscribimos y nos unimos al reclamo de que las autoridades se decidan a enfrentar con responsabilidad y justicia un tema que nos compete a todos y que no admite demora.

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