Saturday, November 05, 2005

Los que nos salvan la cara

SANTO DOMINGO, REPUBLICA DOMINICANA.- Tenemos una nación demasiado dividida en territorios o “cacicazgos” de políticos que manejan improductivamente presupuestos y que establecen prioridades totalmente distintas a las que fueran deseables establecer y cumplir con un criterio de lo nacional.



Sólo las glorias de nuestros artistas y deportistas, con el telón de fondo de nuestras bellezas naturales, han salvado en gran medida la imagen que el país proyecta al mundo y que persistentemente dañan nuestros gobiernos y nuestros políticos con sus desatinos y sus ambiciones.

El orgullo nacional reverbera en las competencias o los escenarios a los que concurren nuestros talentos gananciosos, aportando toques de virtudes a una nación que, por dentro, se debate entre problemas ancestrales o nuevos, que cada vez que se examinan desde fuera producen siempre los mismos veredictos negativos.

Las últimas evaluaciones que se hacen al conjunto de nuestras realidades dejan un sabor amargo a todos aquellos que todavía se preguntan ¿por qué seguimos tan atrasados y tan desordenados en muchos aspectos?

Si nos fuéramos a comparar con otros conglomerados semejantes en territorio y población, descubriríamos que en el mundo hay muchas ciudades que individualmente se igualan a nosotros en esas dos características y que funcionan bien con un alcalde.

Aquí, en cambio, sostenemos un modelo que fragmenta y atomiza las energías nacionales. Tenemos una nación demasiado dividida en territorios o “cacicazgos” de políticos que manejan improductivamente presupuestos y que establecen prioridades totalmente distintas a las que fueran deseables establecer y cumplir con un criterio de lo nacional.

Los políticos y sus partidos hacen uso a su mejor parecer de la riqueza nacional, una riqueza real que se expresa en un considerable producto interno bruto, y a la hora de pasar balance a lo que se ha hecho con tanto dinero lo que sobresale es discontinuidad de los procesos, parálisis, corrupción y los demás parámetros vitales por el suelo.

Para suavizar un tanto estas precariedades y atrasos, nos engrandecemos cuando un Juan Luis Guerra es colmado de apetecibles premios internacionales al talento y la gracia de la música; cuando otros artistas se ganan los corazones de gentes de todo el mundo, cuando los deportistas rompen marcas o se posicionan entre los mejores de sus categorías a nivel internacional, o cuando los que nos visitan quedan maravillados de nuestros paisajes y del trato sumamente hospitalario que les brindamos, porque todavía conservamos ese activo tan valioso de nuestra idiosincrasia.

Pero más allá de estos puntales, lo que tenemos a la vista es un panorama de retrocesos causados por el reparto político, por el accionar de grupos que sólo actúan en función de sus propios intereses, haciendo muy poco por mejorar los índices de la atención a la salud, a la educación, a las múltiples necesidades de los ciudadanos, y al gran cáncer que nos corroe: la pobreza cada vez más expansiva y generalizada.

El modelo más patético lo ofrece el propio Presidente, cuando dice que este país se asemeja a un enfermo que todavía no se levanta de su lecho y echa a andar por donde se debe y como se debe.

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