Friday, November 18, 2005

Castigo ejemplar a los violadores sexuales

SANTO DOMINGO, REPUBLICA DOMINICANA.- Cuando se pierda el miedo al qué dirán o a la venganza que pudiera tomar el malhechor o violador, comenzará a tomar otro cariz en el país la lucha contra estas aberraciones sexuales.


El miedo a las represalias, el silencio o simplemente la desconfianza en que la autoridad y la justicia pueden hacer algo, ha sido la causa de que centenares de violaciones sexuales a menores hayan quedado impunes.Pero ahora, felizmente, tenemos una excepción que puede abrir el camino hacia un cambio de actitud frente a este creciente y ocultado fenómeno.

La familia del actual embajador dominicano en Canadá, y especialmente el padre, han sentado un importante precedente, al manejar públicamente el doloroso y penoso caso de su hija menor, violada sexualmente por cuatro malvados en las cercanías de su residencia.

Sin importar el peso del anatema social que siempre ha gravitado sobre los o las afectadas, la familia Tejera-Messina se cubrió de valor y llevó la denuncia del caso hasta los tribunales, prefiriendo un camino que muchos desdeñan por desconfianza en el papel que la justicia puede jugar para penalizar estos actos, o por no dilucidar el caso ante la opinión pública.

Después de varias audiencias, el tribunal ha fallado condenando a 20 años a los cuatro acusados del estupro de la menor, una sentencia ejemplar que debería constituirse en parámetro de referencia para aplicarla a los demás casos semejantes.

El trauma devastador de una violación, la humillación que representa para la víctima y para sus familiares un hecho bochornoso de esa dimensión, no se minimiza ni desaparece con una sentencia de este tipo, pero complace que no se quede impune.

El ejemplo de actitud valiente de la familia Tejera-Messina debe ser imitado por todos aquellos padres que, frente a una desventura como la que aquellos sufrieron, han tenido el conocimiento de que sus hijos han sido sexualmente abusados, o siquiera que hubo intentos de seducirlos, para que denuncien los casos ante la autoridad y ante la opinión pública.

El hecho de ocultarlos es lo que ha dado lugar a que se reproduzcan las violaciones en nuestro pais, llegando a niveles alarmantes.

Cuando se pierda el miedo al qué dirán o a la venganza que pudiera tomar el malhechor o violador, comenzará a tomar otro cariz en el país la lucha contra estas aberraciones sexuales.

Y la justicia, apoderada de los casos, no podrá menos que penalizar en su justa medida la magnitud y el daño irreparable de esas violaciones con sentencias como las que acaba de dictar un juez frente al proceso que comentamos.

Sólo con respuestas duras y contundentes y con actitudes no complacientes podrán sentarse ejemplos que ayuden a desalentar la práctica impune de estas violaciones y atrevimientos.

Luego hay otras alternativas de más largo plazo, como es la educación y las tareas preventivas, para ir reduciendo la progresiva escala de casos de esta naturaleza, y la sociedad no puede renunciar a esta imperativa y obligada tarea.

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